Crítica de Danza

La metáfora imposible del desierto de Cherkaoui

El coreógrafo belga estrena en España, en el teatro Central de Sevilla, «Nomad», una obra para once bailarines

Marta Carrasco

Había «hambre de teatro» y eso se notó inmediatamente en el teatro Central, porque el público, disciplinado con el gel, mascarilla y distanciamiento, llenó el coliseo de la Cartuja tanto como ahora se permite para contemplar el estreno en España de «Nomad» , la última obra del coreógrafo belga, Sidi Larbi Cherkaoui.

Hace años que los creadores europeos están poniendo sus ojos en otras culturas para encontrar nuevos elementos para sus coreografías, y en este caso Oriente Medio siempre resultan una fuente inagotable de permanentes mensajes y paisajes.

El desierto es un lugar hermoso y fascinante, pero también peligroso, y donde la supervivencia es en ocasiones casi imposible. Con esta premisa Cherkaoui presenta una obra con once bailarines y un cantante que conforman un paisaje humano tras el que el desierto se hace presente a través de imágenes.

«Nomad» es la cuarta pieza con música de Felix Burton , artista integrante de Basement Jaxx y también la cuarta colaboración con el diseñador de moda Jan-Jan Van Essche, cuyos diseños para esta pieza se inspiran en la riqueza de los tejidos que los habitantes del desierto utilizan para protegerse del calor.

Aparecen los once bailarines vestidos con telas sueltas y tocados con turbantes que en un momento se quitan de la cabeza. Tras ellos, las imágenes de un desierto que va cambiando de cielo, pero donde la tierra es inalterable, con esa visión de arena cuarteada que sólo cambia en un momento de espejismo con el mar como coartada del cielo.

El heterogéneo grupo humano que conforma la compañía Eastman que dirige Cherkaoui, está compuesto por nueve hombres y dos mujeres, además de la música en directo de Kaspy N’dia .

Hay imágenes fascinantes en esta obra donde se habla de solidaridad, ayuda, miedos, y donde los bailarines danzan con un sinfín de músicas, desde las del grupo The Sufi Vocal Masters, Al Adhan, Al Qantarah, Fadia Tomb El-Hage, Oli Savill (percusión), a las canciones tradicionales de las Islas Amami de Japón , así como piezas de piano compuestas por el propio Cherkaoui.

La coreografía es una enorme intensidad física donde fluyen sin parar las emociones, y en las que muchas de las secuencias están inspiradas en motivos árabes. Los grupos corales son los protagonistas de la obra, con un trabajo donde la danza libre se combina con elementos muy conocidos de la danza urbana, adaptados perfectamente al desarrollo coreográfico.

Hay momentos visualmente especiales, como cuando los bailarines se suben en zancos, simulando camellos, y las mujeres se transforman en jinetes bereberes componiendo una escena fascinante, por la dificultad y también por la belleza.

Los bailarines son tan diferentes que cada uno imprime su propia personalidad a la danza, aunque en los momentos corales sea igualitaria. Los pasos a dos se repiten, y al final, el drama se transforma cuando todos se sumergen en las arenas del desierto que tiñen sus cuerpos. En una de las últimas escenas dos de ellos aparecen teñidos de rojo, ¿será sangre?, bailando un epílogo de enorme dramatismo.

La obra tiene varias etapas temporales, y en ocasiones la lentitud de la danza acentúa la fijación de las imágenes que son cada vez más estremecedoras. «Nomad» es una gran obra con la que el Central abre esta difícil e inesperada temporada. Por cierto, nota importante, a partir de la semana que viene los espectáculos comenzarán a las ocho de la tarde. Covid dixit.

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