Crítica teatral
Un laboratorio parateatral en el Teatro Central
El director Álex Rigola presenta una versión libre y audaz de la obra de Ibsen «Un enemigo del pueblo»

Álex Rigola continúa con su línea de investigación en los límites del teatro. Esta vez trae una versión libre y audaz de la obra de Ibsen «Un enemigo del pueblo» reinterpretando parte de su argumento y rompiendo definitivamente la cuarta pared para incluir al público -y sus opiniones- en el escenario.
La obra de Ibsen cuenta la historia un pueblo que vive del negocio de un balneario hasta que el doctor Stockmann descubre que las aguas están contaminadas y quiere hacer pública la noticia. Una decisión cuestionada por las autoridades y por el pueblo que no quiere perder el negocio. El doctor Stockmann se convierte así en un traidor, en un enemigo del pueblo .
Es evidente que el maravilloso texto de Ibsen sigue de absoluta actualidad, pero Rigola da otra vuelta de tuerca introduciendo un debate ético sobre el estado actual de la democracia . Antes, invita al público a convertirse en asamblea que tiene que decidir acerca de si la compañía Pavón Teatro Kamikaze, que produce la obra, debe continuar con la función. Y se plantea una votación con varias preguntas: ¿Creéis en la democracia como concepto?, ¿debe recibir subvenciones la compañía? ¿puede decir entonces todo lo que piensa y cuestionar a las instituciones que otorgan esas subvenciones? ¿La compañía puede suspender la función como acto en favor de la libertad de expresión? Los actores hacen creer que la función está a punto de ser suspendida, pero aunque se esté intentando reinventar el teatro, Rigola no deja de ser teatro.
Así, se asiste a una versión libre de la obra de Ibsen en la que el público participa. Es cierto que hay momentos fronterizos con la demagogia y el mitin, pero no hay duda de que se trata de una propuesta interesante. Y hay que aplaudir que Rigola siga experimentando y repensando el hecho teatral , aunque a veces caiga en imposturas y en ejercicios de forzadas deconstrucciones dramáticas.
La obra de Ibsen es traída a la escena en su médula -y en su metáfora- dentro de un laboratorio parateatral que consigue algo que el teatro parece que olvidó hace tiempo: la agitación social y política .
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