Crítica de Danza
Guillermo Weickert y su intrincado diálogo con la nada
El coreógrafo y bailarín onubense hace en el teatro Central el estreno absoluto de su última obra
Guillermo Weickert es un bailarín y creador que nunca nos lo pone fácil al espectador, y eso es bueno. Que te sorprendan en escena, te hagan reflexionar, o simplemente, que te hagan cómplice de lo que allí está pasando, es de agradecer.
«Parece nada» es el estreno absoluto que Weickert ha realizado en el Teatro Central en complicidad con el Festival Escena y Patrimonio y el ayuntamiento de Segovia. Y como es de agradecer que apoyen a la Danza, se pone.
«Parece nada» es una obra cuyo eje temático son los órganos de percepción , en este caso prioritariamente los ojos. Cuatro haces de luz iluminan la escena formando un cuadrado. Tras ellos, una mesa elevadora y delante un televisor sobre el suelo con la leyenda «Parece un muro». Un vídeo en inglés con un diálogo con una figura que parece un dibujo animado, nos va poniendo en situación.
Se hace el oscuro. El bailarín casi no se aprecia, pero está ahí y se mueve. «Mirad la tele», nos dicen, «no os dejéis atrapar por las imágenes». Y siguen, «los ojos del público mirando, eso sí que es una coreografía..., la danza de nuestros propios ojos». La pantalla va emitiendo sin cesar mensajes sobre la percepción, la mirada, el momento...
Aparece el bailarín, está desnudo e iluminado por una sóla luz que sólo le enfoca la espalda. Su cuerpo empieza a moverse compulsivamente, no cesa en ningún momento. Weickert vuelve a situar las luces entre la penumbra creando un nuevo espacio lumínico. Su cuerpo se sigue moviendo, es como si hubiera entrado en trance. Cada músculo comienza a tomar vida propia. Durante veinte minutos el cuerpo del bailarín se ha convertido en algo convulsivo que no cesa. Oscuridad y movimiento, algo que nos exige una nueva y concentrada mirada.
En la segunda parte de la obra el bailarín aparece vestido de negro, e inicia una conversación con el espectador. El trabajo corporal sigue siendo extenuante, preciso, sigue moviendo todo su cuerpo, y comienza a repetir movimientos, como se fuera una secuencia infinita.
«No voy a seguir con los golpes», dice Weickert que acaba de golpear con su cabeza en el tablero de la mesa, pero nos miente, porque en seguida continúa con su propuesta de movimiento convulsivo, y ya en el epílogo de la obra toma color, a base de telas rojas azules y verdes y de luces con las que se envuelve como si fuera una estatua.
Una obra muy en la línea de investigación del movimiento que Guillermo Weickert ha venido realizado en los últimos tiempos. Una obra llena de cantidad enorme no sólo de recursos coreográficos, sino también de conceptos y elementos de percepción, con una magnífica intepretación y sobre todo esa facilidad que tiene Weickert de conseguir que el público se haga cómplice de sus propuestas. Un público entre el que estaban muchos bailarines andaluces para ver a este creador forjado en el Instituto del Teatro y el Centro Andaluz de Danza. «Parece nada» es mucho, tanto conceptual como dancísticamente.