Crítica de Danza
El flamenco que cruza fronteras
Estreno absoluto en la sala La Fundición de «Cuando todo empuja» de Gabriel Aragú
Son las cuatro y media de la tarde, una hora tan poco flamenca que casi parece artificial entrar a un teatro con el sol arriba. Pero esto es así, hay que seguir, y en la sala La Fundición han decidido continuar a pesar del Covid.
Estreno absoluto del espectáculo «Cuando todo empuja» del coreógrafo y bailaor chileno, Gabriel Aragú , una obra que ha contado con la dirección, por primera vez en este género de la coreógrafa y bailarina contemporánea, Isabel Vázquez , que ha contado además, con la asistencia de Gregor Acuña .
«Cuando todo empuja» es un viaje interior hacia la duda que todo ser humano tiene sobre su posibilidad de elegir, lo que al final produce esa rabia por impotencia. La obra está realizada para un sólo intérprete pero con música del guitarrista griego, Sócrates Mastrodimos a quien pudimos ver en 2012 en el homenaje a Manolo Sanlúcar en el teatro Maestranza, o luego en 2016 en la Bienal de Flamenco en el espectáculo «Mujeres de sal» de la cantaora Laura Vital. Mastrodimos es un intérprete firme, seguro, su música sonó flamenquísima, sobre todo en la introducción o su toque por tangos. En el cante Mercedes Cortes e Inma Rivero y en la percusión, Rafa Heredia.
Si hay alguna demostración de que el flamenco es universal y sus intérpretes también, es una obra como ésta donde el bailaor es chileno y el toque viene de Grecia y suena todo muy flamenco.
El espectáculo tiene dos partes bien diferenciadas, Se inicia por romance, en donde se relata la historia de una mujer represaliada, y donde el baile tiene muchos componentes contemporáneos, sobre todo en lo corporal, acompañado de zapateado.
En la escenografía se usa una cuerda de la que el bailaor intenta escaparse, un elemento que recuerda al mítico espectáculo «Quejío» de Salvador Távora. Mismo sistema para reflejar casi cincuenta años después parecidos sentimientos.
Soleá para lo definitorio y solemne, y tangos para reclamar la felicidad del final de este espectáculo que por ser estreno absoluto tiene que ajustar aún algunos aspectos, pero en el que Isabel Vázquez ha ordenado el espacio al mismo tiempo que conseguir que todos los intérpretes interactúen en escena.
Gabriel Aragú, que ha bailado en ballet como los de Cristina Hoyos y José Galván , además de en sus propias obras, es un intérprete rotundo, con mucha fuerza en los pies con los que remata muy bien, sintiéndose más libre en los movimientos de brazos que en ocasiones no son tan flamencos como necesita el baile.
Espectáculo que sin duda crecerá, y que tiene el mérito indudable de haberse estrenado en esta época, donde cualquier creación requiere no sólo de valor, sino también de una gran dosis de empeño personal.