Crítica de Danza

La feliz osadía de bailar a Debussy

Estreno en España de la bailarina y coreógrafa Lisbeth Gruwez y la pianista Claire Chevalier

Lisbeth Gruwez en la obra estrenada en el teatro Central de Sevilla ABC

Marta Carrasco

Es una suerte que este país en el que vivimos y pasamos esta pandemia sea de los pocos que se está preocupando en conservar abiertos sus teatros, sino algunos pereceríamos en eso llamado «síndrome de la cabaña». Que en Sevilla funcionen no sólo los tres teatros institucionales, sino también algunas salas privadas, es un gesto de heroicidad y esfuerzo que el público agradece mucho.

La pandemia ha traído consigo que bailarines y coreógrafos estrenen y vuelvan a la fórmula de solos y dúos. Así, en el Teatro Central el pasado mes de diciembre gozamos con «The Goldberg Variations» de Anne Teresa de Keersmaeker; hace siete días fue el turno del bellísimo sólo de Pep Ramís , y finalmente hemos podido disfrutar este fin de semana de la danza de la bailarina y coreógrafa Lisbeth Gruwez y la pianista Claire Chevalier con la obra «Piano Works Debussy» ...., y ha sido una delicia.

La feliz osadía de bailar la música del compositor francés nos ha deparado más de una hora de danza y piano de una altísima calidad por parte de ambas intérpretes. Dos mujeres maduras, con la sabiduría y la serenidad de los años y la experiencia de escenario, solas ante Debussy y han ganado.

El escenario está perimetrado (palabra que ya controlamos), con una estructura metálica de finas columnas, y en una de las esquinas un lienzo dorado que irá recorriendo la estructura a lo largo de la obra, en una constante y sugerente mudanza, deslizándose y reflejando la luz.

El piano está en mitad del escenario y alrededor fluye la danza de Lisbeth Gruwez , que baila música clásica por primera vez , y lo hace con tal elegancia que parece como si con su cuerpo interpretara cada una de las notas o como decía el propio Debussy, «la música es el espacio entre las notas». La comunión de ambas intérpretes es absoluta, y en un momento la bailarina se sienta en la banqueta de la pianista, se funden movimiento y música. Los dedos de Claire Chevalier recorren la partitura de Debussy creando un mundo onírico e intuitivo, en una mágica interpretación. Ambas damas son las dueñas de la escena, pero también poco a poco de nuestros sentidos.

La luz cambia el impacto visual del espacio, y si al principio la danza es más fluida, en uno de los cambios se convierte más rotunda, incluso aumenta en rapidez los movimientos de la bailarina. Ambas intépretes nos han invitado a seguirlas en este viaje sensorial, visual y musical. No parece que ha transcurrido el tiempo y el final llega demasiado pronto.

Parece que fuera no hay pandemia y vuelven la alegría de los abrazos, porque la música de Debussy nos ha permitido transportarnos a un mundo que soñamos más feliz de la mano de dos gloriosas mujeres: Lisbeth Gruwez y Claire Chevalier . Lo demás volverá a importarnos dentro de un rato.

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