Crítica de Danza

El fascinante y poderoso efecto de la imagen

Estreno absoluto de «Triptych: The missing door, The lost room and The hidden floor» en el Teatro Central

Estreno mundial de Peeping Tom en el Teatro Central Virginia Rota

Marta Carrasco

El público del Teatro Central se ha puesto en pie aplaudiendo, algunos chillan, otros se miran entre si como si no fueran conscientes de lo que acaban de ver. Suenan, para goce de los intérpretes que saludan en escena, esas palmas a compás que tanto agradecen los artistas de fuera. Hace diez minutos que la función ha terminado, pero siguen los aplausos, entre otros de los de bailaores Rocío Molina y Andrés Marín que asisten al estreno.

Han sido casi tres horas de fascinante viaje con la compañía Peeping Tom en el estreno absoluto en Sevilla de «Triptych: The missing door, The lost room and The hidden floor», una pieza creada en principio para el Nederland Dans Theater, pero que la compañía ha rehecho para adaptarla a esos intérpretes tan heterogénos y especiales con los que siempre trabajan Gabriela Carrizo y Franck Chartier, dándole un nuevo color.

Desde siempre en Peeping Tom la fronteras entre las artes no existen, y si están, hay irremediablemente que romperlas . Y eso es lo que hacen en esta fascinante pieza que, como otras que hemos visto en el Central de esta compañía, se presenta en forma de tríptico con una batería de imágenes formidable, muchos más recursos cinematográficos de los habituales, y que nos transporta a un paisaje sonoro salpicado de efectos: puertas que se abren y cierran, un cristal que cae, un corazón latiendo, los crujidos y chirridos de un barco, el fuego que crepita... Y en la escenografía, efectos por los que los intérpretes son succionados y expulsados a través de puertas y ventanas, plantas que hacen levitar a las personas y el agua que inunda el escenario en su parte final.

La pieza se desarrolla en tres platós que los mismos intérpretes acompañados de los técnicos en escena, se encargan de cambiar . Son casi tres horas en las que nos sumergimos en un mundo onírico, como si fuera una película de David Lynch, acompañados de ocho intérpretes fabulosos, que con cada movimiento parecen romper las leyes de la naturaleza. Un hombre moribundo que viene y va; una mujer que cambia de escenario con toallas en las manos y camina sobre sus puntas desnudas; otra que parece descoyuntarse en brazos de su compañero o anda doblando los tobillos; una sensual escena de amor que seduce el ambiente..., llanto, amor, desprecio, emociones que crean una enorme tensión, y que nos cuenta en realidad las relaciones entre las personas cuando la pasiones se disparan.

La composición de los cuadros en escena no puede ser más inquietante y al mismo tiempo mas bella. Cada momento tiene cientos de gestos, de movimientos, de expresiones que están perfectamente encadenados a la acción, que a veces turban al espectador o que le emocionan. Nada queda al azar en esta obra , y menos cuando las lágrimas de un anciano se convierten en agua y sirven para físicamente, hundir ese barco onírico donde se ha desarrollado este relato y donde hemos visto pasar por delante de nuestros ojos todos los conflictos.

Formidable trabajo de Carrizo y Chartier , con una interpretación memorable, bailarines que inundan el espacio o se introducen en lo dramático o lo cómico sin romper la unidad de acción de la obra, en una dramaturgia impecable como si fuera una performance en constante acción. Todo en esta pieza es asombroso , con una coreografía deslumbrante y precisa que nos traslada a un universo hasta ahora imposible de comprender sin la ayuda de estos dos grandes creadores.

Gran acierto y buen tanto del Teatro Central que se suma así a la nómina de los grandes y prestigiosos teatros europeos que acogen los estrenos absolutos de compañías como Peeping Tom.

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