Crítica de Danza

La difícil ruptura de los techos de cristal

Manuela Nogales estrena «Poéticas en la sombra», una obra para dar visibilidad a la creación de la mujer

Uno de los momentos de la coreografía, «Poéticas en la sombra» de Manuela Nogales Rafa Núñez Ollero

Marta Carrasco

En Japón cuando una porcelana se rompe no se tira, se reconvierte en una nueva obra de arte con una técnica que se llama Kintsugi y que consiste en arreglarla con barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro, convirtiendo el objeto dañado en otro nuevo y aún si cabe más hermoso que el antiguo, en el que el oro resplandece.

Alrededor de esta metáfora Manuela Nogales ha construido esta delicada obra titulada «Poéticas en la sombra» , con la que dar visibilidad al trabajo de las creadoras de la música y la danza. Los techos de cristal siguen existiendo aún, son muy reales.

En la escena aparece un bosque de tules blancos, como si fuera una delicada porcelana , y entre ellas siete mujeres de negro que van desfilando por entre los tules que penden del cielo tras un telón de boca transparente en el que hay dibujada una grieta, como en una antigua porcelana. Así comienza «Poéticas en la sombra», una obra llena de ése espíritu femenino donde se combinan lo firme y lo delicado y donde la palabra descanso no existe.

La coreografía conforma sólos, dúos y cuartetos con las cuatro bailarinas que salen a escena, Manuela Nogales, Lucía Vázquez, Leticia Gude y Violeta Casal , a las que se unen tres intérpretes en directo, el violín de Lara Sansón, Beatríz Calderón al chelo y la guitarra clásica de María Esther Guzmán , que interpretan las partituras de la sevillana y Premio Nacional de Música, Elena Mendoza y la finlandesa, Kaija Saariaho . La banda sonora se compone también de música original de Lehónidas Boskovec.

Todo fluye alrededor de la teoría del Kintsugi, incluso el diseño de vestuario, dos de los vestidos destellan hilos de oro y los otros dos, líneas rotas a modo de porcelana. La coreografía es constante, con movimientos sobre todo trabajados en la parte superior del cuerpo, y elementos geométricos que hacen necesaria una buena memoria coreográfica para interpretar una pieza tan llena de detalles. Pero además de la intensidad coreográfica, la obra está llena de delicadeza, respondiendo a su nombre, «Poética», con una elegancia que parece que cada momento es un verso danzado.

Se percibe una gran complicidad entre las cuatro bailarinas que van contándonos una historia donde la música en directo aparece a partir de la mitad de la obra, violín, chelo y finalmente guitarra y violín, con una composición contemporánea que acompaña a la obra hasta su epílogo, siempre con un espectacular y sugerente diseño de luces de Guillermo Suero.

Buena danza, buenas intépretes y una obra llena de poesía, delicadeza y elegancia, con la seguridad de un mensaje claro y definitivo: la mujer en la creación y su visibilidad. Una obra de madurez creativa de Manuela Nogales donde su natural lenguaje coreútico es rotundo, y en el que no hay dudas porque el metafórico Kintsugi une con seguridad cada momento de esta obra que fluye en el escenario con impacto de futuro.

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