Teatro Lope de Vega

Crítica de teatro: Un Otelo salvaje en el Lope de Vega

La Compañía Clásicos Contemporáneos presenta una versión feroz de la tragedia de Shakespeare

La Compañía Clasicos Contemporáneos ha traído el clásico de Shakespeare al presente LUIS CASTILLA

Eva Díaz Pérez

Shakespeare es incombustible, eterno, imperecedero y capaz de toda metamorfosis. Su obra sigue en marcha como si en lo esencial estuviera escrita ahora mismo. Ésa ha sido la intención de la Compañía Clásicos Contemporáneos: arrastrar al clásico hasta el inmediato presente.

Julio Fraga dirige este montaje marcado por una estética feroz y violenta que subraya lo salvaje de una tragedia cruel de traiciones, celos y una venganza «áspera y ebria».

En Shakespeare está todo, por eso en su obra encontramos la tragedia de los telediarios: el racismo, la guerra o la violencia contra las mujeres . Nada ha cambiado desde hace siglos y plantear eso sobre el escenario provoca un amargo estremecimiento.

Este «Otelo» salvaje se presenta en una escenografía de Juan Ruesga que consiste en un andamio de varias alturas a modo de esqueleto capaz de sugerir aposentos de un palacio o un barco en medio de una tormenta. Los personajes permanecen todo el tiempo en escena con una intención brechtiana y una indumentaria híbrida entre guerreros samuráis, caballeros medievales y jugadores de rugby. Una evocación de un mundo en el que triunfa la justicia de la guerra y de los soldados recordando versiones cinematográficas de distopías terribles y polvorientas como «Mad Max».

Ese mundo de hombres rudos y crueles contrasta con Desdémona vestida de blanco, una Desdémona rebelada ante su papel de absoluta sumisión. Se incluye en la obra un fragmento libre que hace una cuestionable revisión de género a Shakespeare . Desdémona cuestiona la justicia de los hombres advirtiendo:«Algún día seremos muchas». ¿Es necesario forzar el discurso actual para provocar un guiño al público?

El reparto está a la altura de la obra con intérpretes dotados de voz, matices y de expresión corporal salvo en el caso de la desdibujada Desdémona de Tamara Arias .

La potente percusión del paisaje sonoro crea un ritmo adecuado a la tragedia que, sin embargo, cae a ratos en escenas vacías . A pesar de ello, el montaje cuenta con una buena factura y una calidad aceptable.

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