Flamenco
Bienal de Sevilla 2020: Ana Morales y su lenguaje del siglo XXI
Estreno absoluto de «En la cuerda floja» en el Teatro Central
Tres músicos y una bailaora en escena. Los músicos en un pedestal cubiertos por una cortina metálica a través de la que se les vislumbra. La bailaora en medio de la escena, la ilumina una luz fría. Así empieza «En la cuerda floja» , el estreno absoluto que la bailaora Ana Morales ha traído a la Bienal de Sevilla, acompañada en la parte musical por la guitarra de José Quevedo «Bolita» , en la percusión, Paquito González y el contrabajo de Pablo Martín Caminero.
En un primer momento se vislumbra la declaración de intenciones de Morales con el contrabajo de Martín Caminero. Suena el instrumento y la bailaora descalza comienza a deconstruir un lenguaje dancístico , transformándolo en propio y en el que entran embotados, brazos, manos, zapateado, algunos equilibrios, cambrées imposibles..., todo para decirnos por dónde va a ir este espectáculo de la dualidad como objeto de experimentación.
No hay cante, sólo la voz de Sandra Carrasco grabada sobre la que los músicos tocan en directo. No hay palos con estructura, todo es una banda sonora en la que hay sonidos reconocibles. Tras el inicio del falso tanguillo a cinco tiempos, luego suena la bulería en la voz de Sandra Carrasco, y después, taranto, tangos, bulería, seguiriya y finalmente la soleá.
El baile no es nada convencional. Se atisba mucho más a la bailarina que a la bailaora, pero es ésa dualidad la buscada a propósito por Ana Morales, que según lo que impera últimamente, cambia su atuendo en el propio escenario. El rojo y el negro son los colores. Un atuendo negro que cambia por un traje repleto de volantes que luego se convierte en falda.
Hace Morales un gran trabajo de pies, bailando a la banda sonora que interpretan de forma magistral los tres músicos. El baile de Morales es casi geométrico, con estructura cubista en algunos momentos, aunque de vez en cuando los brazos se liberan surgen las manos flamencas y los brazos alados. La soleá da paso a la apertura de la chácena, y en lugar del negro aparece el blanco. Sobre un pedestal baila Ana Morales, hasta que los músicos abandonan de uno en uno el instrumento y se van yendo y la luz cae. Fundido a negro.
«En la cuerda floja» Ana Morales ha creado su propio lenguaje, una serie de movimientos que, basados en el flamenco, se van alejando de él, tomando sólo aquellos elementos que le sirven para la estructura dancística que también se aleja de los clásicos palos establecidos. Buen trabajo, nada fácil, pero sí como hallazgo de lo que la bailaora quiere transmitir, y que sin duda tiene un lenguaje del siglo XXI.
Noticias relacionadas