Flamenco

Bienal de Sevilla 2020: Mercedes de Córdoba ya no tiene miedo

La bailaora presentó «Ser. Ni conmigo ni si mi» en el Teatro Central

La bailaora Mercedes de Córdoba en la Bienal de Flamenco de Sevilla Raúl Doblado

Marta Carrasco

Era el día de su santo y Mercedes de Córdoba quiso celebrarlo en la Bienal con esta puesta en escena que lleva por título «Ser. Ni conmigo ni sin mí», una obra en la que la bailaora se ha puesto en las manos del coreógrafo y bailarín, Angel Rojas para la dirección.

El atrás un lujo: Enrique el Extremeño, Jesús Corbacho y Antonio Núñez «El Pulga» , a la percusión, Paco Vega , el compás de José Manuel Ramos Oruco y la guitarra inmensa de Juan Campallo .

Mercedes de Córdoba, al igual que María Moreno, han bebido de las fuentes de Eva Yerbabuena , y en este espectáculo incluso estéticamente, Mercedes se asemeja a su maestra: la forma del pelo, la chaquetilla, algunos remates..., y eso está bien cuando la maestra puede llevar este nombre, y la Yerbabuena sin duda lo es. Orgullosa estaba en el patio de butacas.

Este montaje es una especie de declaración de intenciones donde la bailaora quiere desprenderse de los miedos y atreverse con algunas estéticas en las que hasta ahora su baile era ajeno. Un magnífico diseño de Luces de Angel Rojas , nos determina cada escena, y una gran cruz volada preside el escenario, como si fuera la «cruz que cada uno llevamos dentro». La estructura del espectáculo es sencilla, sin dramaturgia ni argumentos, pero sí tiene un hilo conductor con una coreografía en la que los cantaores y guitarristas van componiendo alrededor de la bailaora el espacio escénico requerido para cada palo, pero de forma natural y nada forzada.

Otra licencia que se toma Mercedes de Córdoba es comenzar con un texto que ella dice tenuemente, y que luego repetirá Jesús Corbacho. Respeto esta licencia, pero no me hace falta el lenguaje oral cuando está el del baile, el cante y la guitarra.

La obra es compacta en torno al baile . El cante la arropa y Mercedes de Córdoba le baile constantemente a esos grandes cantaores de los que se ha rodeado. Bien hecho por la elección. Bulería, taranto, bulería por soleá, caracoles, granaína rematada por malagueñas, pregones, trilla, zambra y para poner el epílogo la soleá.

Si Enrique el Extremeño borda sus cantes con potencia, Jesús Corbacho no se queda la zaga por caracoles, y Antonio Núñez el Pulga, con esa forma gestual y expansiva de cantar, lo hace por granaínas con gusto. Junto a ellos de forma permanente, una guitarra espectacular, la de Juan Campallo , flamenquísima, que nos supo a gloria tanto por la alegría de los caracoles, como en la rotundidad de la soleá.

Muchos detalles tiene esta obra, como cuando la bailaora se desprende de los volantes de su bata de cola en escena donde antes Corbacho le ha colocado unos simbólicos lunares pegados a la misma. O cuando en una escena que parece la redención del amor, Campallo se coloca tras ella y pone la guitarra en sus manos y toca así, abrazando a la bailaora y a la guitarra, en hermoso dúo y bella imagen.

En el epílogo parece que Mercedes de Córdoba ha abandonado sus miedos, pues se entrega con pasión a la soléa rodeada de todo el atrás, como si fuera una ceremonia, y mete los pies a placer mientras todos de negro y en semicírculo parece haber entrado en una catarsis cantaora y bailaora.

Una obra rotunda donde la bailaora cordobesa ocupa todo el espacio del escenario con efectividad, bien elegidos los bailes para derroche de sus facultades con los pies y para lucir igualmente el recogimiento de los brazos. Una noche de madurez sin duda para Mercedes que, por cierto, celebró su santo con el regalo del público aplaudiendo y puesto en pie.

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