Bienal de Flamenco de Sevilla 2020
Israel Galván, el rey de la pista
El bailaor sevillano presentó en el Teatro Central su último espectáculo, «Gatomaquia» con el Circo Romanés

Israel Galván se ha convertido en el rey de la pista. «El vino a vernos, contaba el patriarca del circo Romanés , nos dijo que quería estar con nosotros y que si teníamos una caravana para él. Y se pasó ensayando tres meses con nosotros», dice Alexandre Romanès. Cuenta que normalmente actúan con ellos 19 gatos que pululan por el escenario, pero que en esta ocasión hubieran necesitado estar un mes antes en Sevilla.
El bailaor sevillano ha querido reinventarse, y, como le llaman en Francia, el «enfant terrible» del flamenco, estrenó este «Gatomaquia» en el Teatro de la Ville de París donde es residente. A los seis años de estrenar «Lo Real» sobre el exterminio de los gitanos por los nazis, Israel Galván vuelve a salir en defensa de los gitanos, esta vez desde lo cotidiano.
«Cocotte» recibe al público que está tanto en la grada como en los laterales del escenario, en el que hay un círculo rojo y sobre él un trapecio y varios elementos circenses. «Cocotte» es una gata tricolor a la que luego Israel dará de comer y bailará junto a ella y sobre su comida. El espectáculo es un sinfín de escenas en las que Galván utiliza algunos elementos de otras obras, como la tabla basculante o la mecedora-toro de «Arena», con las que baila y zapatea. Se mete en su piel más humorística y divertida, bailando sobre un cajón, y da palmas a gran velocidad mientras taconea y grita, « Betis, Betis, Betis.... Goool», y remata con las onomatopeyas de su voz.
Emilio Caracafé toca una caña a su manera para que Galván la baile también a la suya. El espectáculo es trepidante y el artista domina la escena cuando baila de un lado a otro del escenario, buscando como siempre hace los distintos sonidos sobre tabla, plancha de metal o sobre unos elementos circenses redondos de muy escasa dimensión. No hay descanso, es Israel en su más puro estilo , tanto en brazos, extendidos, como en remates como en los zapateados infinitos. Está vestido como si fuera el presentador de una pista de circo y no falta ni lo clown, cuando se autotira una tarta a la cara.
«Mi hermana» dice Galván, y aparece Pastora con unos altísimos zapatos de plataforma, se los cambia y baila como ella es, trianera, recogida, con un compás pastueño que sabe a baile de antaño con una mujer de ahora. Recita Caracafé un texto sobre «cuando Pastora alza los brazos», y baila Pastora mientras su hermano le hace compás, ella por sevillanas sin apenas música, él le «remata» el baile. Y luego le canta «Ojos verdes» y «La niña de fuego». Baila Pastora, se cae el teatro.
Pastora se sienta en las rodillas de José Antonio, su otro hermano en la fila dos y se cambia de zapatos; sigue bailando Israel, sigue haciendo sonar el suelo de diferente forma, por bulerías, a la manera de Caracafé. Es como una catarsis de los Galván , cada uno a su estilo, pero auténticos los dos.
Y entonces comienza el circo, sale un acróbata con un aro basculante que luego hace malabares, mientras una mujer hace acrobacia áerea en telas y otra baila con varios hula-hop. Pero «Cocotte» no tiene hoy su día, no quiere subir al trapecio, por mucha comida que le den. Rebeldía gatuna.
«Gatomaquia» es una ocurrencia más de Galván , que se siente tan libre que lo que quiere es pasarlo bien en el escenario, pero sin duda, dejarnos con la boca abierta cuando baila. El bailaor se siente no sólo cómodo, sino contento, sonríe todo el tiempo, y tras los saludos va hacia el público y saca a su madre, Eugenia de los Reyes a bailar con él, y su hermana Pastora al hermano de ambos, José Antonio. El público en pie sonríe (se ve incluso con mascarilla), se lo ha pasado bien. Los Galván y los Romanés , en escena, hermanados por el circo, por lo gitano y por el flamenco.