Bienal de Flamenco de Sevilla 2018

«Quejío», un grito histórico

El Lope de Vega acoge el regreso de una obra mítica de Salvador Távora

Marta Carrasco

Salvador Távora, premio Max de Honor de las Artes Escénicas y Medalla de Andalucía, nació en el Cerro, en aquel cerro donde anidaban las águilas, cantaba el Bizco Amate, la que llamaban «la sopera» recogía a los muertos y la ciudad, Sevilla, quedaba lejos, mucho más allá del arroyo del Tamarguillo. Távora es un curioso fenómeno del teatro de este país, aún no superado por su orígenes y desarrollo posterior, que decidió, una vez que abandonó el toreo (su otra pasión), dedicarse al teatro. Pero el teatro «pequeño burgués» de la época no iba con su carácter ni con sus inquietudes, Távora quería que su teatro «oliera a Andalucía», y nació un mito, «Quejío».

El estreno de esta obra sucedió en Madrid el 15 de febrero de 1972, y su supervivencia hasta nuestros días es una «rara avis» en el mundo teatral español. A los 46 años de su estreno «Quejío» vuelve a los escenarios sevillanos dentro de la programación de la Bienal de Flamenco. En esta ocasión, en lugar de Salvador Távora, Juan Romero, Pepe Suero, Joaquín Amaya, José Domínguez y Angelines Jiménez, elenco que estrenó la obra, en el reparto están Manuel Vera «Quincalla», Florencio Gerena y Manuel Márquez de Villamanrique el cante; la guitarra de Jaime Burgos; el baile de Juan Martín, y la interpretación de Mónica de Juan.

Y la escenografía la misma que en 1972, el bidón, que Távora ha guardado estos últimos 46 años, la azada, la guadaña, los candiles, las cuerdas. Esta longeva obra, ha realizado cerca de 800 representaciones, sigue teniendo esa especie de sensación clandestina con la que fue creada.

«Quejío» consiguió en 1972 superar las inquisidoras miradas de la censura franquista que tanto temía Távora, porque simplemente los censores no entendían de flamenco y tampoco les interesaba. El espectáculo sigue vivo. Ese grito ronco, dolorido y casi agresivo con el que se denunciaba la situación de subdesarrollo de Andalucía, sigue estando ahí. Távora en esta creación incorporó los cantes y bailes de nuestra tierra al hecho teatral, frente al folklorismo que imperaba en la época.

Otro de los méritos de la obra es que se ha mantenido fiel a su esencia, para continuar removiendo conciencias a pesar de la distancia, porque para su creador, Salvador Távora, el arte sin compromiso no sirve para nada. Así, el cante es desgarrador, el baile racial, duro, casi duele, no se trata de conseguir el virtuosismo, se trata de transmitir un mensaje que se ha matenido incólume y que quizás pueda trasformarse a las nuevas demandas de la sociedad. En «Quejío» están todas las facetas de la vida de Távora, el cante y baile flamenco y el trabajo manual.

A pesar de que los espectadores del siglo XXI estamos acostumbrados a una visión mucho más narrativa tanto en el teatro como en el flamenco, la vanguardia de la propuesta se deja sentir. La interpretación es rigurosamente «tavoriana», exigiendo a los intérpretes que cumplan no sólo con su cometido, cante, baile o guitarra, sino que sean parte de la obra. Entran a oscuras por el patio de butacas y encienden los candiles en el escenario. La obra no está amplificada, carece de micrófonos para conservar toda la esencia de su origen.

Todos participan de la escena. Así los cantaores arrastran el bidón, tiran de las cuerdas o se lanzan al suelo; a Juan Martín, el bailaor, Távora le exige no sólo un zapateado intenso, sino también el desgarro de la interpretación de alguien que quiere escapar y al que se lo impiden. Todos los miembros del elenco han comprendido cual es la forma de interpretación según Távora y cumplen con esa cadencia del teatro del dramaturgo. Dividida en diez movimientos, la obra recorre palos como el martinete, cantes de trilla, arboreá, seguiriya, petenera..., todo hilado dentro de una dramaturgia que no deja un momento de respiro.

La sombra de Alfonso Jiménez Romero (autor de las letras junto con Távora), de José Monleón, estuvo presentes de manera constante en este emocionante reestreno que nos recuerda que hace 46 años alguien creía que en Andalucía había muchas cosas que cambiar, y que el flamenco también podía servir para convertir una demanda social en un hecho teatral. «Quejío» sigue siendo una referencia fundamental en el teatro de Távora y en la incorporación del flamenco al teatro. Al final, la presencia de Salvador Távora en escena levantó al respetable de su asiento, ofreciendo al dramaturgo una gran ovación llena de respeto y cariño.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación