Bienal de Flamenco de Sevilla 2018
Joaquín Grilo y las buenas compañías
El bailaor jerezano estrenó en el teatro Lope de Vega el espectáculo «Cositas mías»
«Cositas mías» es uno de los espectáculos largo recorrido del jerezano Joaquín Grilo . Estrenado en el año 2014, el montaje va cambiando de invitados de lujo a medida que pisa teatros y ciudades. En esta ocasión en la Bienal de Flamenco de Sevilla, Grilo ha querido rodearse de lo más granado: el piano de David Peña «Dorantes», la guitarra de Antonio Rey y la voz de Mara Rey, junto al violín de Faical Kourrich y la percusión de Isidro Suárez. Los Makarines, al cante.
Joaquín Grilo domina como nadie el baile y por eso, con el conocimiento del estilo más ortodoxo, puede introducir, constantemente, esas «cositas», como él mismo las denomina, que componen o descomponen su baile. Porque el baile de Grilo parece que se desbarata a cada momento, incluso cuando desde lo dramático pasa a lo cómico, queriendo esa complicidad que en seguida encuentra en el público.
«Cositas mías» es una obra que rezuma generosidad, porque es como un paso a tres entre Grilo, Dorantes y Antonio Rey, cada uno de ellos como si de solista, que lo son, se tratara . Por eso el protagonismo de la propuesta no es unitario. Grilo se ha reunido de buenas compañías y quiere aprovecharlas convirtiendo a cada uno de sus invitados en una estrella por derecho propio, aunque vaya en detrimento de su tiempo de baile.
David Peña «Dorantes» está en uno de esos grandes momentos de los artistas, y se nota. Bordó como nadie esos momentos de improvisación, como al inicio de la obra, en oscuro, con el baile de Grilo que se transforma en danza, sin zapateado, con una belleza y sobre todo enorme lirismo. Antonio Rey picó en la alegría como si tuviera que arrancarle las notas a la guitarra, y el violín de Faical Kourrich sonó más flamenco que nunca.
La obra va caminando solita, como diría la letra cantaora, y con lentitud pero seguridad, aunque el público, un poco frío en el inicio, se reconcilia espontáneamente con Grilo cuando baila por bulerías la copla María de la O con la voz de Mara Rey. Ahí Grilo ya ha conseguido que el respetable se le ponga de su lado, y no dejará que se le escape.
Rondeña, tangos, bulerías, soleá, zapateado y la voz rota de Mara Rey, o la intervención por sevillanas y compás de los Makarines, todo vale en esta obra que termina solemnemente con el «Silencio del patriarca» , donde toda la compañía rodea, esta vez sí, al bailaor para resaltar su protagonismo.
Como viene siendo costumbre en los montajes flamencos de los últimos tiempos, en algunos momentos tuvimos que vislumbrar a Grilo en el oscuro de una iluminación que cuando subía de potencia o nos quitaba la bruma, nos daba un alegrón, porque nos gusta ver bailar con los ojos , con la sonrisa, con la cara de pícaro que Grilo a veces nos obsequia. Sigue siendo un seductor.
«Cositas mías» le sirvió además a Grilo para darle gusto a su público. Sacar los pies hacia afuera, subirse la camisa y esconder su cuello mientras remata; girar a velocidad de vértigo y hacer que las teclas del piano y su zapateado casi se confundieran. El baile de Grilo no es el salvaje de hace unos años, pero ha ganado en majestuosidad, en prestancia, y sigue teniendo ese compás de Jerez que antaño enamorara a Paco de Lucía, a quien tanto admira el bailaor, y a quien por cierto en su día dedicó este espectáculo.
Una noche de gusto para los aficionados al baile, a la guitarra, al piano, al flamenco con sello especial, que no se pierde en los artificios que no le van a su baile, sino que conserva y madura con los años, como los vinos de Jerez. Sin duda el clasicismo es algo que sigue gustando a un público donde no pide más que ver y escuchar, sin un argumento que le lleve a pensar en cosas que no son. Una noche con Grilo en buena compañía.
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