Bienal de Flamenco 2020
Andrés Marín, flamenco en el cenobio
El bailaor presentó «La vigilia perfecta», una obra que comenzó a las seis de la mañana y recorrió las horas de los oficios de los antiguos cartujos
![Andrés Marín presentó «La vigilia perfecta»](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2020/10/03/s/daniel-marin-serrano-kuZB--1200x630@abc.jpg)
Son las seis de la mañana. Un hombre vestido de negro se sitúa delante de la losa de bronce del primer marqués de Tarifa, en el claustrillo mudéjar de la antigua Cartuja de Sevilla. Sobre una tabla de madera empieza a zapatear. Parece un espectro, quizás lo sea. Cae la noche aún en el cenobio, la bruma invade el claustro. Sólo suenan sus tacones. Son los Maitines , comienzan las horas litúrgicos, empieza «La vigilia perfecta» de Andrés Marín .
Así dió comienzo ayer esta empecie de «marathon» de baile que desde el amanecer a la noche, recorrió las estancias del hoy Centro Andaluz de Arte Contemporáneo , la antigua Cartuja Santa María de las Cuevas de Sevilla, que antaño acogía monjes y hoy una gran colección de obras de arte.
Pero Andrés Marín no está solo en esta jornada, le acompaña el artista José Miguel Pereñíguez, cuya creación se ha expuesto en las salas del CAAC, que se ha encargado de crear todos los elementos escenográficos que luce el bailaor en cada escena.
Andrés Marín a la manera «Jan Fabre», ha tomado prestado diferentes espacio de la Cartuja. A los maitines, siguen los laudes que se lleva a cabo en los caminos empedrados de las huertas cartujanas llenas de naranjos y limoneros. En medio de los árboles aparece un coche con un gran altavoz y un letrero luminoso que dice: «El payo Andrés» . Y baila Marín sobre los caminos de piedra rodeados de albercas, con una bailarina en puntas que le sigue como si fuera un duende.
![Andrés Marín, flamenco en el cenobio](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2020/10/03/s/andres-marin-cartujano-kuZB--510x349@abc.jpg)
Tras laudes, la hora prima, esta vez en la Capilla de Afuera. Simbólico homenaje al artista sevillano Gerardo Delgado con grandes telas instaladas en las paredes, y también a Samuel Beckett, rememorando una exposición del CAAC, con un elemento que recorre el suelo, mientras Marín baila junto a la bailarina contemporánea Lucía Vázquez y lo hace con un percusionista vuelto hacia el antiguo altar vestido como si fuera un monje de San Bruno, de impoluto blanco.
La hora tercia se lleva a cabo delante de la Cruz de los Ladrones, en el mismo atrio de la iglesia. Dentro de una antigua alberca, danza de arrepentimiento, de recogimiento casi de oración. Se ha velado la cara con el pelo.
La hora sexta nos lleva a la capilla de San Bruno , donde el bailaor se coloca una especie de hábito cartujo, en homenaje a los monjes que sirvieron de inspiración a Zurbarán y entra cruzando la reja en la capilla del santo, casi levitando, alzando los brazos.
Van pasando las horas y Nona llega en el callejón de Legos, con una azulejería que recuerda la época fabril. Marín está ataviado con adornos inspirados en los trajes de Vicente Escudero, flanqueado por unas imágenes del bailaor vallisoletano, Rosario y Antonio, libros de baile, todo colocado como si fuera un cartel de un espectáculo antiguo. Baila Marín reposado mientras se aleja en la distancia.
Desde las seis de la mañana han sido escenas de siete u ocho minutos que sólo sirven de prólogo para la hora Completa, a las nueve de la noche.
Frío en la Cartuja, se agradecen hasta las mascarillas. Por fin hemos llegado a la hora de las completas. Esta vez sí es con público. Los anteriores oficios habías sido en el silencio del cenobio. Delante de los hornos botella de la antigua fábrica de cerámica, Andrés Marín realiza durante una hora un derroche de compás y de baile con música en directo.
Con el cante de Cristian de Moret , los saxofones de Alfonso Padilla, la percusión de Daniel Suárez, Curro Escalante en marimba y percusión y Francisco López , artista sonoro, componen una banda espectacular.
Marín está pasado de compás . Canta Moret una estrofa por saeta, luego lo hará por fandangos y malagueñas. El cante se intercala con la música de un excepcional saxofón y la percusión de la marimba y el cajón.
El bailaor se encuentra en estado de gracia. Madurez coreográfica y atrevimiento , dos cosas que si van unidas pueden ofrecernos jornadas tan escalofriantes como la de ayer, en la que un creador va más allá de subirse a un escenario y plantear su propuesta.
![Andrés Marín, flamenco en el cenobio](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2020/10/03/s/bienal-marin-kuZB--510x349@abc.jpg)
Andrés Marín ha creado un precedente que antes no se había visto en la Bienal de Flamenco, aunque sí en otras estéticas artísticas, sobre todo en lo contemporáneo. Si Rocío Molina en la anterior Bienal se encerró durante cuatro horas en el teatro Central, Marín ha lo ha hecho durante casi dieciocho en una especie de catarsis que ha terminado con el bailador haciendo en la hora Completa la ampliación de sus anteriores propuestas en los distintos oficios. Ha usado nuevamente los elementos escenográficos de Pereñíguez, y con un sentido musical excepcional, ha bailado tanto con los pies, como con los brazos y el torso, con su lenguaje habitual, a veces difícil para algunos y genial para otros, porque ése es el sentido de la creación: la diversidad.
Durante toda la jornada de ayer, el antiguo cenobio sevillano se llenó de flamenco. Amén.