Crítica de teatro
Beckett en el Teatro Central de Sevilla: Restos de razón
La gran Fernanda Orazi colorea con su acento argentino este monólogo vibrante y complejo de Samuel Beckett
Puede que el optimismo según Samuel Beckett sea esto, una mujer parlante cada vez más enterrada en la escombrera que habita y un hombre mudo reptando por esa misma montaña de desperdicios, alargando su ambigua mano hacia ella. En «Los días felices», según Messiez, se respeta una «idea fuerte beckettiana» que trasciende toda la quincalla simbolista y existencial en la que los solemnes enterraron la obra del irlandés: la conversación, el diálogo, como expectativa. Uno lanza una palabra al aire a la espera de que alguien, a nuestra espalda, responda. Todo lo cómico y lo dramático nace aquí de ese anhelo, hasta el punto de que da igual lo que se diga, pues quizás sólo se haya hablado para asegurarnos de no estar definitivamente muertos.
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Esa fe en la palabra —que se materializa cuando adviene la contestación pospuesta, que a veces nos sobrecoge después de un silencio sentido como fatal— nace a partir del desmenuzamiento de su expresión y contenido. Ahí está el desafío que debe acometer Winnie , la mujer entre cascotes, hablar sin decir, hablar por si acaso, y del que sale airosa la gran Fernanda Orazi , quien colorea con su acento argentino este monólogo vibrante y complejo, sobre todo por tratarse más de amueblar una atmósfera sonora que de confesar una vida o deletrear un estado anímico. Orazi debe, como los astros que calientan este mundo de postrimerías, de restos y cochambre, generar con su voz un ritmo más con el que acompañar a los ciclos naturales; uno nuestro, como la respiración, condenado sin piedad a la extinción y por ahora asustado por los timbrazos del despertador que hace nacer el tiempo cada día. «Todo sigue, pero nunca del todo», de ahí la condena a la degradación a la que se opone, nos parece, Winnie, quien modula y hasta «pone» voces para llamar la atención de su Willie y, de paso, la nuestra, pues también «Los días felices» tiene que ver con eso, con los procesos de una actriz, de una mujer, hasta que reconoce sentir nuestras miradas y poco a poco se va creciendo contra todo pronóstico, contra toda razón.