Crítica de Flamenco
Las bacterias flamencas de Andrés Marín
El bailaor estrena un nuevo espectáculo en los Jueves Flamencos de Cajasol
El bailaor Andrés Marín no deja nunca a nadie indiferente, y la programación de los Jueves Flamencos de Cajasol ha abierto este año su espectro estético a otro flamenco que tanto llena ahora los teatros. Nada menos que Andrés Marín o Rocío Molina participan en la programación de 2019.
Para la noche en Cajasol Andrés Marín ha realizado ex-profeso un espectáculo al que ha puesto de título «Bacterias» y en el que ha incluido en el denominado «elenco de bacterias» nombres de lujo como José Valencia, al cante, Salvador Gutiérrez, guitarra y Raúl Cantizano guitarra y electrónica .
Marín nunca deja atrás su deseo de llegar a los límites. E s uno de los bailaores que mejor conoce el cante, y que incluso canta en más de una ocasión, como en ésta. Y además le gusta otra cosa: ponerse al límite de lo físico, porque en una hora y cuarto de espectáculo no abandonó el escenario.
Eso fue otra historia. Por primera vez un bailaor deja desnudo el teatro de Cajasol , la pequeña chácena abierta, los hombros del escenario, y un sombrero colgado de uno de los ganchos.
«Bacterias» es un montaje en el que el cante se encadena de uno a otro después de que José Valencia iniciara la obra, con la luz de sala abierta, por una potentísima seguiriya . Luego ya todo se entremezcla, incluso suena Chacón en el taranto que canta Marín (qué difícil es cantar después de bailar, no se respira), y luego se encamina a palos como soleá, tientos, farruca, cantiña (inspirada en Mario Maya) y bulerías. En los tientos Raúl Cantizano graba en loop el fraseo de Valencia, que potentísimo, sigue cantando con esa afinización de lujo que tiene, por encima de lo grabado que hace de compás.
En la obra la espléndida guitarra de Salvador Gutiérrez y la eléctrica de Cantizano (a la que saca sonidos diferentes), se encuentran varias veces, y Marín baila con una y con otra con un baile repleto de zapateado, gestos y remates, entrando a contratiempo y rozando el suelo en más de una ocasión. En las transiciones se apoya en la pared del fondo o se sienta desenfadadamente. El baile de Marín es personalísimo , combina un zapateado clásico con una estética contemporánea y huye de los códigos aunque se los sabe al dedillo. Al final del espectáculo, rememorando a Vicente Escudero que sacó compás sobre una tapa de alcantarilla, Marín pone en el suelo una guitarra eléctrica, y con su potente zapateado hace que esta resuene electrónicamente.
Y como epílogo de estas «Bacterias», un vídeo con la imagen de Antonio Mairena , donde habla del «contagio del mairenismo que por fortuna todo ha contaminado». Parece que las bacterias de Marín también contagiaron al público porque, en pie, agradeció el esfuerzo de todos los artistas.
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