Danza
Antonio Ruz estrena en el Teatro Central una obra de viola danzada
El Premio Nacional de Danza presenta 'Signos' con la violinista Isabel Villanueva

Antonio Ruz (Córdoba 1976), es uno de los curiosos casos que da la danza, porque desde su formación en flamenco y danza española en su ciudad natal, desembocó en el clásico y el contemporáneo de la mano de Víctor Ullate . Desde hace tiempo el artista, Premio Nacional de Danza 2018, alterna ambas estéticas dancísticas en sus creaciones, generando una serie de obras que están entre lo híbrido y lo contemporáneo. Lo mismo crea para el Ballet Nacional de España que para la Compañía Nacional de Danza. «Sólo tengo que adaptar mi lenguaje a cada uno», confiesa el coreógrafo.
Este fin de semana estrena 'Signos' en el teatro Central de la mano de la violinista Isabel Villanueva . «Me siento afortunado por poder estrenar en Sevilla. Es una idea que surgió hace cinco años, pero durante el confinamiento, en esa desesperación del encierro y de ganas de crear cosas nuevas, nos pusimos a trabajar».
En septiembre del pasado año comenzaron de cero, primero por teléfono y luego mediante encuentros personales. «Tuve que hacer una partitura corporal, de la música que parte de unas piezas del compositor húngaro György Kurtág que se titulan ‘Signos, fuegos y mensajes’, y también una pieza de Bach . Al principio no sabía si iba a estar en escena con Isabel. Quería dirigir, pero al final, después de cinco años y medio, me subo al escenario», confiesa Antonio Ruz.
«Memoria coreográfica»
El coreógrafo ha querido hacer una «una memoria coreográfica» de su recorrido. «La idea de ‘Signos’ es un recital de viola coreografiado y dramatizado. Y la verdad es que yo me he subido al escenario con mucho respeto. Creo que el intérprete de danza contemporánea, no tiene edad, lo que hay que saber es adaptarse a las condiciones físicas del momento, a tus lesiones, a tu experiencia... buscando una posición del cuerpo más flexible y menos virtuosa. Lo he hecho a mi medida, no he forzado mi capacidad corporal. En cualquier caso, con la música de György Kurtág y de Bach... se me va el cuerpo. La pieza tiene un carácter performativo, teatral y psicológico , como si yo fuera la sombra de Isabel».
Acostumbrado más a dirigir a bailarines, tanto de su propia compañía como de otras, confiesa que meterse en el estudio para crear para sí mismo «ha sido un suplicio. Es un folio en blanco y te preguntas, ¿por dónde empiezo? Es tremendo. Pero me he apoyado en gente de mi propia compañía. Debo confesar que conectar con mi fisicidad ha sido interesante».
Los cambios en la sociedad como consecuencia de la pandemia también están en la pieza. Comenta Ruz que al principio de todo «eché mucho de menos mis reuniones con los bailarines, y me afectó mucho. Luego me sentí mejor. Pero lo pasas mal, porque la gente no puede estrenar, hay cancelaciones». Su compañía ha cumplido diez años «y el año que viene me tomaré una pausa creativa», dice.
Su versátil formación en varias estéticas de danza cree que favorece su creación. «Soy muy ecléctico, lo mismo disfruto con una performance de Fabre, una Bayadére de la Ópera de París o Papaionau, y ese diálogo con esos lenguajes lo llevo en mi mochila y en cada proyecto abro un bolsillo. Estamos en un momento en el que hay que abrir puertas a la experimentación».
Para Antonio Ruz, el flamenco está teniendo una evolución muy veloz gracias a algunos artistas «y ha empezado a dialogar con la escena contemporánea, hay que arriesgar ». Sobre el sector, opina que el panorama está muy difícil. «La danza está tocada por la pandemia y esto dejará un rastro. No nos tocamos, trabajamos con mascarilla... ahora no lo notamos, pero dejará una cicatriz en la creación de estos años, que espero no sea negativo».