CRÍTICA DE TEATRO

Antigualla Bieito

El Teatro Lope de Vega estrena la obra 'Erresuma, Kingdom, Reino'

El silbido que no cesa

Un momento de esta obra estrenada el fin de semana en el Lope de Vega ABC

Alfonso Crespo

El 'look' quirúrgico de Bieito , esa blancura glacial y geométrica que uno sabe que acabará manchada por la hemoglobina, se ha ido poco a poco convirtiendo en un tópico, una funda de cadáveres con la que envolver a esos clásicos —sean de la ópera o del teatro— siempre reinterpretados en función de los 'temas inmortales' (en clave solemne) y nunca por las materias que los encarnan o las formas que los piensan. A Bieito le interesa menos la complejidad y la belleza de Shakespeare que la traducción física (en cuerpos contorsionados, abúlicos, exaltados, de fiera o frágil animalidad) que una lectura interesada de su legado le proporciona.

'Erresuma, Kingdom, Reino' , que espiga así el potencial 'gore' y 'hanekiano' de un buen puñado de las tragedias de Shakespeare y de sus figuras históricas —de Ricardo II a Ricardo III, de Enrique IV, al V, al VI o a Juana de Arco—, se presenta como una especie de carrusel deportivo de los excesos regios , de los abusos de poder y las intrigas asesinas sobre las que se recorta la historia. Bieito, claro, cree estar diciendo, mediante esta estrategia del corta y pega, algo importante; sobre todo, nombrando una herida intemporal e ininterrumpida, pero de su 'hybris' sólo se extrae una conclusión: nada hay más envejecido que estas soluciones performativas, nada menos imaginativo que pensar la diacronía de las pasiones humanas mediante excesos de guardarropía y gestos anacrónicos.

Además de ser terriblemente aburrida, 'Erresuma, Kingdom, Reino' juega a ser desagradable , y los pocos momentos medio emocionantes —servidos por un Pou con el piloto automático activado— son boicoteados por la propia escena policéntrica, donde los estertores de un cuerpo o de una interminable ingesta desconciertan cualquier ensayo de atención. Incluso incluido Putin , sospechamos que el mundo ha mejorado bastante desde el siglo XIV; en dos décadas, el teatro de Bieito ya parece una caricatura de sí mismo.

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