Teatro

Un alegoría barroca como epílogo del Año Murillo en Sevilla

El Teatro de la Maestranza acogió el espectáculo «Saltar el muro. Síntesis escénica de un año», de Rafael Villalobos

Las santas patronas Justa y Rufina ABC

EVA DÍAZ PÉREZ

¿Puede resumir un espectáculo las vivencias del Año Murillo? El escenario del Teatro de la Maestranza se convirtió en una alegoría barroca mezclada de sobriedad contemporánea para clausurar emociones, recuerdos, angustias, sueños, trabajos, placeres. El Año Murillo condensado en la obra «Saltar el muro. Síntesis escénica de un año» que cerró la conmemoración dedicada al artista.

Muy en los inicios del Año Murillo se había planteado que el espectáculo de clausura lo hiciera La Fura dels Baus, últimamente factoría de carísimos montajes en serie. La opción de encargarle la obra a Rafael Villalobos , un artista sevillano de proyección internacional y con capacidad asombrosa para reinterpretar los imaginarios del pasado en clave contemporánea, ha sido otro más de los aciertos de esta conmemoración.

Terminó el Año Murillo con un espectáculo que intentó evocar lo que quedará en la memoria de la ciudad. «Saltar el muro» tiene mucho de críptica alegoría barroca , de incierto bodegón de vanidades, de sueño del pasado. No tenemos hilo narrativo porque todo es humo, sombra, nada...

Rafael Villalobos, autor de la idea original, de la dramaturgia y de la dirección, plantea propuestas vanguardistas inesperadas en las que asoman hondísimas raíces barrocas.

Gran conocedor del mundo del pasado, como demostró en el auto sacramental contemporáneo «Gratia Plena», Villalobos dibuja una especie de idea murillesca quintaesenciada, una almendra metafórica, una lectura barroca despojada de polvo y tiempo .

La galería de sueños extraños comienza con la aparición de un hombre con camisa de encaje de Flandes y pantalones cortos de plástico. Es el cantaor Álvaro Romero que interpreta una saeta con un fondo de música electrónica de Toni Martín y textos del poeta y periodista sevillano Braulio Ortiz Poole .

Sobre una caja que pone frágil -quizás donde se guardan cuadros del maestro llegados de museos lejanos- una bailaora ( Leonor Leal ) interpreta una danza flamenca. Es la inquietante música contemporánea de la compositora sevillana Elena Mendoza interpretada a la guitarra por Jürgen Ruck .

Leonor Leal también bailará el silencio con cubos de luz de los que de pronto asoman colores, los pigmentos del pintor. Bailar con pinceladas de luz que pasan del rojo carmín de Indias al lapislázuli o azul de ultramar.

Surge del fondo del escenario el grupo Forma Antiqva . Los músicos aparecen con golillas negras -a la moda española del XVII- y camisas plateadas. Es la esencia de un espectáculo que evoca el barroco desde el siglo XXI. La soprano María Bayo canta a Claudio Monteverdi «Il ritorno d’Ulisse in patria» con guantes de boxeo en una audaz interpretación.

Y como fin, la actuación Delapuríssima , interpretada por la actriz y cantante Julia de la Castro con música de Miguel Rodrigáñez . El imaginario devocional asoma reinterpretado en clave heterodoxa en la figura de la actriz con un vestido negro de gasa y flecos que transparentan su cuerpo desnudo. Cantará sobre el vértigo de unos zapatos de aguja en esa caja frágil en la que se van los cuadros del maestro. Aunque en Sevilla quedó el hermoso sueño barroco de Murillo.

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