Lorca y Merino, inspectores del subsuelo
Los creadores de la compañía Titzina llevan a cabo en 'Buho' un periplo por la mente de un antropólogo forense especializado en yacimientos paleolíticos que se recupera de un ictus que le ha provocado una grave amnesia
Titzina Teatro llega al Rojas con 'Distancia siete minutos'

Crítica de teatro
'Búho'
- Texto, dirección e interpretación Diego Lorca y Pako Merino
- Escenografía Rocío Peña
- Iluminación Jordi Thomàs
- Música y sonido Jonatan Bernabeu y Tomomi Kubo
- Vídeo Joan Rodón
- Lugar Sala Beckett, Barcelona
Diego Lorca y Pako Merino, hacedores de la compañía Titzina, califican su teatro de «periodismo antropológico». Cada obra, y llevan seis en dos décadas desde que se conocieron en la Escuela de Jacques Lecoq, nace de una exhaustiva documentación. Si en 'Exitus' (2009) aprendieron las artes de la tanatopraxia para atravesar el umbral de la muerte y en 'Distancia siete minutos' (2013) conjugaron las miserias de la existencia terrenal con un viaje espacial para trazar de nuevo la leve frontera del existir, en 'Búho' llevan a cabo un periplo por la mente de un antropólogo forense especializado en yacimientos paleolíticos que se recupera de un ictus que le ha provocado una grave amnesia.
Como en anteriores montajes, Lorca y Merino parten de un concepto troncal; en este caso, «cerebro, memoria, profundidad, oscuridad». Esa premisa temática los ha llevado a escudriñar el arte rupestre de las cuevas cántabras, a la unidad del subsuelo de los Mossos d'Esquadra, a acompañar a exploradores urbanos que se mueven en la ilegalidad y a conocer las terapias de rehabilitación dela memoria en el Instituto Guttman.
Diego Lorca es Pablo, el hombre que trabajó en la oscuridad subterránea para hallar siempre más preguntas que respuestas. Pako Merino, el neuropsicólogo que le somete a reiterativos cuestionarios para recuperar el disco duro de toda una vida.
Cada representación de Titzina supone una inmersión dramática que aúna el texto, la gestualidad interpretativa, el protagonismo de los objetos y una atmósfera lumínica, visual y sonora hasta conseguir la implicación del espectador en la historia que se está contando.
Arropados por la música y los efectos sonoros de Jonatan Bernabeu y Tomomi Kubo y las fantasmagóricas imágenes del siempre eficaz Joan Rodón, Lorca y Merino se remueven linterna en la mano por un escenario que deviene en el sarcófago de un subconsciente del que van surgiendo, poco a poco, algunas de las respuestas que pueden explicar la amnesia de ese espeleólogo que siempre esquivó una luminosidad que juzgaba engañosa. Una vivencia radicalmente humana bajo los ojos redondos del búho: Pako Merino, magistral gestualidad mediante, recrea al ave emblema de la noche con escalofriante mimetismo. Teatro de la experiencia, nunca mejor dicho.