'Decadencia', una mordaz sátira política disfrazada de 'burlesque'
La obra de Steven Berkoff llega a La Abadía con Maru Valdivielso y Pedro Casablanc, que también dirige la función

El británico Steven Berkoff (para algunos siempre será el villano de 'Octopussy', de la saga de James Bond) posee una de las miradas más incisivas de la dramaturgia contemporánea. En España sus principales embajadores han sido Guillermo Heras -que estrenó 'Como los griegos' en 1992-, y José Luis Gómez, que presentó hace más de dos décadas 'Mesías' en el Teatro de La Abadía. Allí se había presentado ya unos años antes con 'Villanos' y a este escenario vuelve ahora, a sus ochenta y cinco años, para el estreno de 'Decadencia', una obra que escribió, dirigió e interpretó en 1981, y que se presenta ahora por primera vez en castellano. Maru Valdivielso y Pedro Casablanc, dirigidos por este último, son los intérpretes de esta 'comedia política' de la que Benjamín Prado, su adaptador, dice que «es una obra cáustica, provocadora, que persigue al público, lo acorrala y a menudo le obliga a reír por no llorar».
Escrita durante el mandato en Gran Bretaña de Margaret Thatcher, la Dama de hierro, Berkoff califica la obra como una sátira sobre la vida inglesa. «Siento curiosidad -reconoce- por ver cómo se las ha arreglado el autor de la versión española, porque aquí no están tan locos como los ingleses, por lo que los motivos para la sátira son menos...»
Pedro Casablanc, devorador confeso del teatro de Berkoff, sacude la cabeza con una esbozo de sonrisa al oír estas palabras. «No sé si en Inglaterra están menos locos que aquí...» En cualquier caso, la adaptación ha convertido a los dos personajes en españoles, y ha modificado algunas cosas, explica. «Aquí no tenemos la caza del zorro, pero sí conocemos perfectamente esas cacerías de jabalíes por señores vestidos de loden; los colegios británicos donde los niños están internos también nos son familiares». Estos centros son uno de los pilares sobre los que se asienta lo que, en palabras de Casablanc, es un «grito de desesperación y de rabia, pero al mismo tiempo una obra muy divertida».
'Decadencia' llega a la escena madrileña gracias, en buena parte, al empeño de Maru Valdivielso, que conoció el texto hace más de doce años, relata ella misma, y que no ha parado hasta conseguir verla en pie. «Cuando la leí -dice la actriz- me quedé impactada, igual que me había pasado cuando leí 'Las criadas'. En los dos casos pensé lo mismo: '¿Cómo se hace esta obra? No lo sé'. Y me entraron más ganas de hacerla». La actriz pensó enseguida en Pedro Casablanc, al que convenció, bromea, de una manera particular. «Le dije: 'Estos dos personajes son sexis, y tú eres un hombre muy sexi'. Y me dijo que sí, que lo haría».
Han pasado cuarenta años desde el estreno de 'Decadencia', pero cree Berkoff que la obra sigue estando vigente. «Quizás, incluso, sea más relevante ahora que en 1981». Las diferencias sociales que el autor expone de una manera tremendamente mordaz, el abuso de menores, los prejuicios hacia la inmigración y el desprecio hacia el diferente, son cuestiones que, aseguran tanto Berkoff como Casablanc, no han caducado. «Si volvemos la vista a cuarenta años atrás, incluso nos sorprende que ciertas actitudes sigan presentes en nuestra sociedad actual», dice el autor. «En el montaje -apunta Casablanc- se aborda la obra como la comedia política que es, pero dentro del género del 'burlesque'. Presentamos de la forma más ligera un tema brutal».
«Hacer humor no significa reírse de estas personas, el mostrar las dificultades de quien se siente inferior», sigue Berkoff, que asegura que las diferencias sociales se ven hasta en la manera de hablar. «Las clases bajas como los 'cockney' hablan de una manera más visceral, casi como perros; las clases altas lo hacen de una forma más aguda, e incluso no pronuncian las vocales. La emoción se expresa precisamente en las vocales, y a esas personas les aterroriza expresar sus emociones».