Zarzuela en América, viaje de ida y vuelta
Cuando se valora la presencia de la zarzuela en América, se suele hablar del éxito y del arraigo que el género todavía mantiene. La realidad es muy distinta. Hace más de medio siglo, Alejo Carpentier ensalzaba las virtudes de la zarzuela y advertía sobre las consecuencias que traerían los espectáculos rutinarios, la falta de consistencia de los elencos, la escasa artimaña escenográfica… «¿Y quieren que la zarzuela, en tales condiciones, tenga mucho éxito en América Latina?…. Sigue siendo un espectáculo de 1900». Carpentier bien conocía el tema. De padre francés, madre con ascendente ruso, nacimiento suizo y arraigo cubano, todavía compartió la vitalidad cotidiana de la zarzuela americana. En sus escritos señaló la importancia de un género «comercial», término con el que quiso matizar su naturaleza industrial, pero también su voluntad trashumante.
La zarzuela moderna u ópera cómica española nació a mediados del siglo XIX en Madrid. Lo hizo con tal fuerza que sus consecuencias fueron inmediatamente perceptibles en la lejana Capitanía General de Cuba. El comercio del algodón, del azúcar y el café arrastró con él a la nueva moda teatral. En 1853, la compañía del catalán José Freixes presentó en el teatro Tacón de La Habana « Jugar con fuego», de Ventura de la Vega y Barbieri . Apenas habían transcurrido dos años desde el estreno en Madrid. Como un vendaval, la sucesión de obras representadas fue abrumadora y la actualidad de los títulos absoluta, casi en simultaneidad con el estreno en España.
La zarzuela en América toma el testigo de los viejos sainetes que ya se veían escenificando desde el XVIII. Como en estos, las obras se contaminan pronto de la idiosincrasia local, en forma de adaptaciones y a través de obras de nueva creación firmadas por autores locales. De Cuba a Argentina (las puertas americanas del género serán La Habana y Buenos Aires), de México a Chile, Bolivia…. incluso en la Filipinas española, donde el género sobrevivirá a la independencia con la «sarswela» en tagalo. Y en el viaje de vuelta se importan rasgos musicales que enriquecen el original. Solo hay que viajar con «Los sobrinos del capitán Grant», cuya música escribió el murciano, y cubano de adopción, Manuel Fernández Caballero .
Entrado el siglo XX, surge un sentimiento protector. Moreno Torroba llamó al género «abrazo de hispanidad», en un momento en el que América y sus auditorios multitudinarios dan un respiro a la agonía. Poco a poco, todo se vino abajo. En España y en América se perdió la vitalidad y el sentido. «Soy de los que consideran -escribía Carpentier- que la zarzuela es un género menor, ¡ciertamente!, pero por cuestión de abolengo merece algún respeto, sobre todo cuando pensamos que tiene en su activo algunos logros irrefutables». Varios de ellos son propiedad de la zarzuela americana, un g énero nacido del mestizaje cultural y todavía pendiente de un estudio que lo valore en su exacta dimensión.