Julio Bravo
Por y para el público
«No hay negocio como el negocio del espectáculo», se cantaba en el musical « Annie get your gun », de Irving Berlin . En Nueva York lo saben bien, y por eso han hecho de su teatro, de Broadway , una de sus principales banderas turísticas y culturales: cualquier visita a la Gran Manzana tiene, a menudo, el remate de la asistencia a un musical.
Broadway se asocia generalmente desde algunos sectores culturetas, también en nuestro país, al gran espectáculo -como si ello fuera malo-, al que se tiñe con frecuencia de frívolo o insustancial. Pero Broadway es también, no hay que olvidarlo, el lugar en el que vieron la luz las grandes obras de, por ejemplo, Arthur Miller , Eugene O’Neill, Tennessee Williams o, más recientemente, David Mamet .
En España deberíamos fijarnos más en la industria teatral neoyorquina, en su organización, en su vocación de negocio -lo comercial no está, en absoluto, negado con la calidad-, en su sentido del espectáculo -del que tantas veces nos burlamos mientras tratamos de imitarlo-. Deberíamos fijarnos también en el esmero con que se ponen en pie las producciones y en el afán con que se busca contentar a los espectadores ; al fin y al cabo, los destinatarios del hecho cultural, que abarrotan los teatros día tras día.
Pero también deberíamos tomar nota de su compromiso y su cercanía con la sociedad en la que -y para la que- ese teatro se hace. La diversidad cultural mostrada en la gala de los Tony (marcada por el homenaje a las víctimas de la matanza de Orlando) es un buen ejemplo. Existe otro prejuicioso lugar común sobre Broadway: su inmovilismo y su conservadurismo. Pero los hechos lo niegan; sin ir más lejos, los once premios cosechados por un musical, « Hamilton », escrito y protagonizado por un puertorriqueño, Lin-Manuel Miranda , que ha contado, a ritmo de hip hop, la historia de uno de los padres de la nación, Alexander Hamilton , y en el que, además, actores negros encarnan a personajes históricos que no lo eran (no es nuevo: ya en 1971, un actor negro, Ben Veeren, interpretó a Judas en «Jesucristo Superstar»). Y no es el único ejemplo de premios «progresistas»; no hay más que recordar dos musicales atípicos que triunfaron en 1996 y 2011, respectivamente: « Rent » y « The Book of Mormon ». Broadway tiene motivos para sacar pecho.