CRÍTICA DE TEATRO

«Vida de Galileo», de Bertolt Brecht, en el Valle-Inclán: asaltar los cielos

Ernesto Caballero dirige la función, con un reparto que encabeza Ramón Fontseré

Ramón Fontseré interpreta a Galileo David Ruano

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

Aunque azaroso en lo personal resultó fructífero en lo creativo el exilio itinerante que Bertolt Brecht emprendió por Europa en 1933, después de que el incendio del Reichstag por los nazis le persuadiera de que su vida iba a ser más segura lejos de Berlín. Suiza, Francia, Dinamarca, Suecia y Finlandia, y luego Estados Unidos, fueron las etapas de un periplo que concluyó en 1948 con el regreso del dramaturgo a la capital alemana. Un periodo de gran creatividad para el escritor, que durante esta errancia dio forma a varias de sus obras mayores: « Vida de Galileo », « Madre Coraje y sus hijos », « El alma buena de Sezuán » y « El círculo de tiza caucasiano », amén de « El señor Puntila y su criado Matti ». De la primera escribió tres versiones, la última, más pesimista, ensombrecida por la inquietud ante las armas atómicas, en 1955, un año antes de morir.

«Vida de Galileo» (****)

Autor: Bertolt Brecht. Traducción: Miguel Sáenz. Versión y dirección: Ernesto Caballero. Escenografía: Paco Azorín. Iluminación: Ion Anibal. Vestuario: Felype de Lima. Intérpretes: Ramón Fontseré

Tamar Novas

Esa versión ha elegido Ernesto Caballero para el montaje estrenado en el Valle-Inclán , exigente, redondo, concienzudo, cáusticamente brechtiano. El pulso entre las creencias inamovibles y la razón científica es el conflicto medular de una obra en la que Galileo Galilei asalta los cielos doblemente (en lo científico y en lo teológico) con su demostración de las teorías heliocéntricas de Copérnico . Un conflicto en el que Brecht denuncia los implacables aparatos institucionales que aniquilan cualquier iniciativa que pueda poner en cuestión los fundamentos de su autoridad. «El nazismo es la peste, el fascismo es la peste, el totalitarismo es la peste, el nacionalismo es la peste», proclama Galileo.

Caballero, que emplea un divertido guiño distanciador al presentar al propio Brecht asistiendo de improviso al ensayo de la obra y asumiendo luego el papel de Galileo porque Ramón Fontseré , el actor encargado de hacerlo, no aparece por ninguna parte, realiza una puesta en escena reflexiva, vigorosa e irónica, reforzada por el valor simbólico del espacio escénico diseñado por Paco Azorín : los espectadores circundan una despejada plataforma circular giratoria donde se desarrolla la acción, con los actores vestidos en tonalidades negras por Felype de Lima , que equilibra las evocaciones renacentistas y las contemporáneas. Gran trabajo colectivo de interpretación, con un Galileo que se ajusta al científico «bon vivant» y con retranca dibujado por el autor y bajo el que Fontseré deja asomar la boina del astuto payés míster Pla que encarnó con Joglars.

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