Teatro de mesa-camilla
El teatro es un juego. Puede ser muy serio, sí, pero no deja de ser un juego creado para remover, divertir, concienciar, agitar, conmover, asombrar, entretener, emocionar... Un juego en el que puede emplearse el más complejo aparataje técnico, pero que sólo precisa para ser jugado de un actor, un foco, un espectador... Y grandes dosis de imaginación.
« Conservando memoria », el espectáculo que se presenta estos días en la Sala Margarita Xirgu del Teatro María Guerrero , es un delicioso juguete teatral; una tan sencilla como sabrosa función cocinada, sobre todo, con dos ingredientes: ternura e imaginación. En estos tiempos que corren, la palabra «memoria» produce cierta prevención, porque suele acotarse a una época y acompañarse de revanchismo o, lo que es peor aún, de sectarismo.
Nada que ver. «Conservando memoria» es un ejercicio de agradecimiento, de reconocimiento, una carta de amor a nuestros mayores (a nuestros abuelos), contada de manera primorosa por Izaskun Fernández y Julián Sáenz-López , creadores e integrantes de El Patio Teatro.
La función, una encantadora miniatura -teatro de mesa camilla, podríamos llamarlo- de apenas 45 minutos de duración, es un prodigio de sensibilidad y de cariño. Evoca otras épocas y otras maneras de contar historias, al calor del fuego de una chimenea, y tiene la virtud de envolver al espectador en el maravilloso juego que plantea.
La imaginación y la palabra son sus únicas armas. Imaginación para convertir un puñado de sal y unos frascos de cocina en una fascinante escenografía, y una palabra preñada de cariño, de emoción y de recuerdos para embarcar a los espectadores en un viaje hacia la memoria. Es un juego poético, artesanal, tan simple como emotivo, tan personal como universal, dulce y acariciador. Izaskun Fernández, la intérprete -la contadora- recibe a los espectadores como si estuvieran en el salón de su casa e hilvana la historia, que navega entre la realidad y ficción, con simpatía y naturalidad.