El Teatro Español estrena «De algún tiempo a esta parte», un monólogo desconocido de Max Aub

Carme Conesa interpreta la función, que dirige Ignacio García

La actriz Carme Conesa Javier Naval

JULIO BRAVO

En 1939, a caballo entre dos conflictos bélicos -la guerra civil española y la II guerra mundial-, escribió Max Aub «De un tiempo a esta parte», un doloroso monólogo «que habla sobre la identidad y la usurpación de la identidad», según palabras de Ignacio García , director del montaje que se estrena la semana que viene en la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español . Lo interpreta la actriz Carme Conesa, que encarna a Emma Blumenthal , una mujer en la Viena de 1938, poco después del Anschluss, la ocupación de Austria por la Alemania nazi. «Le han quitado su vida, su rutina. Los fascistas han matado a su marido y los antifascistas han hecho lo propio con su hijo, que trabajaba en el consulado de Austria en Barcelona», relata García. «Su vida toma un giro de 360 grados -completa Carme Conesa -; de ser un ama de casa acomodada, en una familia burguesa, pasa a perder a su marido y a su hijo, y también su casa, que le expropian los nazis. Se ve fregando las escaleras del lugar en que vivió y trata de sobrevivir. Se apoya en los recuerdos. “Si no hubiese recuerdos, ¿para qué viviríamos”, dice».

«Max Aub habla de todos los totalitarismos -sigue el director-, más allá de la ideología; no es en absoluto maniqueo, y se manifiesta en contra del imperio de la barbarie , que aniquila cualquier convivencia pacífica». Apenas, añade Carme Conesa, «hay referencias a nazis o fascistas. Siempre se refiere a “ellos” o “los otros”; no hay buenos ni malos». «Max Aub -termina Juan Carlos Pérez de la Fuente, director del Teatro Español- ha incomodado a todos, y sigue siendo incómodo».

La mujer que presenta Max Aub tiene, dicen el director y la actriz, un motor en el odio. « El odio le calienta el alma y le sigue moviendo -explica Carme Conesa-; ha sido muy revelador comprender que el odio no es malo». «Emma es una víctima, y eso le da legitimidad para odiar. Es una mujer católica, de ascendencia judía; su religión tiene resquicios para la rabia y la violencia, y eso le da fuerzas para sobrevivir».

Se refiere Ignacio García a este texto como «una función formidable ; es una aberración que no forme parte del repertorio teatral en España y América». Le apoya Pérez de la Fuente, que asegura que la única razón de que no se haya hecho antes este monólogo es que España es un país « mezquino y olvidadizo »

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