Sylvie Guillem, la gran diva de la danza, dice adiós
La bailarina francesa pone fin en Yokohama (Japón) a cuatro décadas de carrera artística
«He amado cada momento en estos treinta y nueve años y todavía sigo amándolo de la misma manera. ¿Por qué paro? Simplemente porque quiero terminar mientras todavía soy feliz haciendo lo que hago, con orgullo y pasión». Son palabras de Sylvie Guillem , la más relevante bailarina de las últimas décadas, que hoy pondrá punto final a su carrera en Yokohama (Japón), última parada de su gira « Life in progress », con la que se ha despedido del público de todo el mundo a lo largo de este año. «No quiero pensar o hablar sobre la despedida -le escribió hace unos días a la periodista de « The Guardian »-: quiero solo vivirla».
Sylvie Guillem, que cumplirá 51 años el próximo 23 de febrero, es una auténtica leyenda en el mundo de la danza. Se trata de una artista diferente, magnética y asombrosa, una verdadera prestidigitadora del movimiento. «Tiendo a romper las reglas establecidas », ha confesado la bailarina, que se ha caracterizado durante toda su carrera por su carácter indomable, su permanente rebeldía y su inconformismo, que le llevó a intentar numerosas aventuras y que le valió el sobrenombre de « Madame No ». Su relevancia, su influencia y su popularidad motivaron que en 1988, cuando decidió abandonar la Ópera de París y marcharse al Royal Ballet de Londres, el entonces ministro de Cultura francés, Jack Lang, tuviera que comparecer ante la Asamblea Nacional gala para explicar su marcha. Sylvie Guillem se había convertido en una cuestión de Estado, un hecho absolutamente inédito en el mundo de la danza.
Revolucionaria
No solo eso; a su manera ha revolucionado el ballet. Poseedora de unas larguísimas e inusuales extensiones «a la seconde», que ahora entran en el plan de estudios de la Academia Vaganova de San Petersburgo, el sancta sanctorum del ballet académico.
En la carrera de Sylvie Guillem hay un nombre fundamental: Rudolf Nureyev . Él fue quien, el 22 de diciembre de 1984, después de una matinée de « El lago de los cisnes », anunció que la bailarina, que tenía entonces apenas 19 años, era desde ese momento una de las étoiles (estrellas) del Ballet de la Ópera de París . Era la más joven de la historia de la formación en alcanzar la máxima categoría de la compañía. Solo había pasado un año desde que Sylvie Guillem obtuviera la medalla de Oro en el Concurso de Varna , el más prestigioso en el mundo de la danza. Había ingresado en 1977, a los once años, en la escuela del Ballet de la Ópera de París, procedente del mundo de la gimnasia. Acababa de cumplir los dieciséis cuando entró en el cuerpo de baile de la compañía.
Su primer solo
Tras su triunfo en Varna, Nureyev le dio su primer solo: el de Reina de las Dríadas en su versión del ballet « Don Quijote ». El mítico bailarín ruso la protegió y la mimó, hasta el punto de llevársela a Londres para bailar junto a él en la representación de « Giselle » con la que el Royal Ballet celebró el cincuenta cumpleaños de Nureyev. Su relación con éste no siempre fue fácil. En una reciente entrevista, Sylvie Guillem ha recordado: «Entre nosotros no había lugar para la diplomacia. Yo no puedo disimular cuando algo me disgusta o me entristece. Pero no es porque quiera ser rebelde , es mi carácter. Así que tuvimos enfrentamientos, pero yo le amaba. Tenía los ojos brillantes, era muy inteligente y sabía lo que estaba haciendo».
Londres y Madrid
En 1989 abandonó el Ballet de la Ópera de París y cruzó el Canal de la Mancha para incorporarse, como artista invitada al Royal Ballet de Londres. Con esta compañía actuó en 1997 en el Teatro Real de Madrid, en la temporada inaugural, como protagonista del ballet « La bella durmiente ». Aunque no era la primera vez que actuaba en la capital: en diciembre de 1989 participó en una gala en el entonces Centro Cultural de la Villa , donde deslumbró con su interpretación de « La luna », un solo creado para ella por Maurice Béjart . En su primera comparecencia en el Real (volvería a este teatro en dos ocasiones), ya hablaba del todavía lejano día de su adiós: «Me retiraré dentro de no mucho, y seguramente mi vida transcurra lejos de los escenarios. No me veo dando clases y hay muchísimas cosas que me interesan. No se acaba el mundo cuando se deja el baile . La disciplina y la concentración que exige la danza hace que muchas veces no te desarrolles o crezcas como persona; pero no es mi caso, y tengo mucho que hacer».