Simon Rattle, en el Festival de Granada: arquitectura musical

La gramática del británico es esencialmente musical, ajena a la literatura sobre los particulares significados que pudiera haber en la sexta sinfonía de Mahler

El director inglés Simon Rattle acompañado por la Orquesta Sinfónica de Londres a la finalización del concierto en el Palacio de Carlos V EFE

Alberto González Lapuente

Punto culminante en la programación del Festival de Música y Danza de Granada 2017, la presencia de la London Symphony Orchestra dirigida por Simon Rattle se resume en dos conciertos que dan continuidad a la actuación del pasado año. A punto de que el director británico asuma la titularidad de la orquesta tras su trabajo al frente de la Filarmónica de Berlín, la relación se ha venido consolidando desde hace tiempo con actuaciones en muy distintos lugares. La sexta sinfonía de Gustav Mahler ha sido piedra de toque en este periodo de confraternidad entre director y orquesta. Se escuchó el domingo por la noche en el Palacio de Carlos V.

Hay mucho que disfrutar viendo a Rattle en el podio a poco que se observe esa curiosa y aparente contradicción entre la gestualidad y la consecuencia musical. La afirmación puede parecer osada pero es evidente que frente a la voluntad de construir versiones intensamente expresivas, tal y como delata la tensión del rostro y lo inquietante de la actitud, el resultado se resuelve con minuciosidad, racionalidad y algo menos de manera trascendente. Así, y con independencia de las dificultades acústicas del escenario granadino, el primer movimiento creció con esfuerzo, ofreciendo una lectura rítmicamente asentada, prudentemente contrastada, analíticamente interesante y, por fin, generosamente brillante en la coda.

La gramática de Rattle es esencialmente musical, ajena a la literatura sobre los particulares significados que pudiera haber en esta obra. Es comprensible la discutible aunque hoy habitual decisión de interpretar el movimiento lento en segundo lugar, antes del «scherzo», con objeto de equilibrar la forma. La ingenuidad de carácter y la minuciosidad tímbrica en el tiempo lento dieron paso en el siguiente a una sobriedad estructural no exenta de varios problemas de ajuste instrumental.

Pero la sinfonía «Trágica» de Mahler se magnifica en el último movimiento . Música resistente, caballo de batalla que en manos de Rattle se convierte en un portento de erudición. Cabe discutir la versión, sin duda, su arrobo y su emoción. Apenas la sensatez en la arquitectura, la capacidad para edificar desde lo mínimo, paso a paso, dando sentido al proceso, facilitando la flexibilidad, la lucidez y sinceridad sonora de la LSO. Es fácil presumir en el futuro una relación musicalmente fructífera.

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