CRÍTICA DE TEATRO

«Ricardo III»: provisionalidad del poder

Arturo Querejeta protagoniza esta versión de la obra de Shakespeare, que dirige Eduardo Vasco

Una escena de «Ricardo III» Teatro Español

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

En la puesta en escena de Eduardo Vasco para «Ricardo III» flota una idea de provisionalidad acentuada por la rotunda y sobria propuesta escenográfica de Carolina González : maletas y baúles, a ratos cubiertos por lienzos blancos, van conformando sobre el espacio vacío los distintos ámbitos –palaciegos, carcelarios o campos de batalla– donde se desarrolla la acción. Fugacidad crítica del poder, abrasado a velocidad de vértigo por la gasolina de las ambiciones, pues nunca anida el sosiego en el corazón del protervo y tullido monarca, que sabe compensar con su astucia los dones que le ha negado la naturaleza.

Un Shakespeare juvenil compuso la obra entre 1593 y 1594, con la admiración por Christopher Marlowe goteando de su pluma, que mojó en las crónicas de Raphael Holinshed y Edward Hall , y en una historia de soberano atribuida a Tomás Moro y teñida por la lealtad cortesana a la triunfante casa Tudor. Con estas referencias, el último rey de la casa de York es un virtuoso de la seducción maligna que despliega de forma admirable y letal para despejar los peldaños de su ascenso al trono de Inglaterra, en el que se sentó entre 1483 y 1485, año en que murió en la batalla de Bosworth, quizás demandando un caballo.

«Ricardo III» (****)

Autor: William Shakespeare. Versión: Yolanda Pallín. Dirección: Eduardo Vasco. Escenografía: Carolina González. Vestuario: Lorenzo Caprile. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Intérpretes: Arturo Querejeta

Charo Amador

Como escribí cuando vi el espectáculo , aún en rodaje, el pasado verano en el Festival de Teatro Clásico de Olmedo, Vasco, a partir de una afinada versión de Yolanda Pallín , realiza un ejercicio de dirección de temperatura brechtiana, salpicado de pegadizos estribillos musicales y vibrantes momentos corales. Presenta al protagonista como un canalla amoral de untuosa crueldad erizada de lógica, un tipo con mortal sentido del humor cuya oratoria venenosa engaña y convence con sutileza de mariposa y cautivadora contundencia de boa constrictor. Arturo Querejeta , sin ningún apoyo ortopédico que remede córcova o cojera, lo encarna en un trabajo de precisión deslumbrante, una minuciosa composición interpretativa de gesto y voz, muy bien acompañado por el resto del reparto. La escena en que seduce a Lady Ana ( Cristina Adúa ), ante el féretro de su marido, asesinado por él, es un recital de elocuencia ponzoñosa esmaltada de matices sinuosos. Formidables la iluminación de Miguel Ángel Camacho y el vestuario de Lorenzo Caprile , que incorpora uniformes militares de la extinta Alemania del Este.

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