La resistencia del salmón
A punto de empezar a cenar, suena el teléfono en casa del matrimonio Carnero; algo que podría ser perfectamente normal si no fuera porque los Carnero no tienen teléfono. Con esta absurda situación, que podría haber imaginado el mismísimo Ionesco, comienza «¿Quién el señor Schmitt?», una obra de una acidez extraordinaria, un caramelo que debajo del azúcar esconde un desagradable amargor.
A esa primera situación incomprensible siguen muchas más: el retrato de la graduación del señor Carnero ha sido sustituido por el retrato de un perro de caza, los libros de la estantería son distintos de los que había, al igual que la ropa que estaba en los armarios; la llave que lleva en el bolsillo ya no abre la puerta de la casa... La señora Carnero (Cristina Castaño) trata de encontrar una lógica a todos los despropósitos, mientras que su marido (Javier Gutiérrez), en creciente estado de irritación, sospecha conspiraciones por todas partes.
Sebastien Thiéry dibuja una inquietante historia, profundamente teatral, que recubre con diálogos y situaciones hilarantes; la risa, sin embargo, se hiela en los labios de los espectadores cuando la sorpresa de los protagonistas da paso a la angustia (especialmente del señor Carnero). La inteligencia de Thiéry -y de Sergio Peris-Mencheta, autor de una primorosa versión y una detallista dirección- es agitar en la coctelera humor, intriga, drama e incluso tragedia en una pieza tentacular que envuelve al tiempo que agobia, que seduce lo mismo que turba, que divierte igual que intranquiliza.
Y hace esto último porque Thiéry no escribe un texto complaciente, sino que espolvorea con su humor una historia que nos habla de la identidad, de la imagen que los demás tienen de uno y de la imposibilidad de controlarlo; que nos plantea hasta qué punto es posible nadar contracorriente en la sociedad en que vivimos -«si nos resistimos, nos vamos a ahogar. No somos salmones», dice en un momento la señora Carnero- o si, inevitablemente, habremos de seguir el camino marcado por no se sabe quién si queremos sobrevivir. Todo ello mientras baña a los espectadores en carcajadas. La aparentemente clásica escenografía de Curt Allen Wilmer contribuye a la intranquilidad de actores y espectadores.
Peris-Mencheta cuenta con un extraordinario aliado en el soberbio Javier Gutiérrez, con una amplísima paleta de colores que va desde la perplejidad a la desesperación, de la rebeldía a la resignación. Le secunda con afinación y ajustado temblor Cristina Castaño, y en papeles menores Xabi Murua, Quique Fernández y Armando Buika (estos dos últimos con excesiva tendencia a la caricatura).
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