Los Max reivindican el teatro como un lugar seguro y un arte esencial
Málaga acogió la gala más «excepcional» de la historia de los galardones escénicos que concede la SGAE
«La cultura es segura, el teatro es seguro; que nadie se olvide de que la cultura es esencial, un bien de primera necesidad». Estas palabras fueron un estribillo constante en la gala de los XXIII premios Max de las Artes Escénicas, que organiza la SGAE, y que este año transcurrió en el Teatro Cervantes de Málaga, que celebra este 2020 sus ciento cincuenta años de vida. La gala, presidida por el ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes, y el alcalde de Málaga, Antonio de la Torre, era ya antes de levantar el telón, lógicamente, muy diferente de cualquiera de las ediciones anteriores: «¿Y la cultura? -dijeron en su intervención Antonio Onetti y Juan José Solana, presidentes, respectivamente, de la SGAE y la Fundación SGAE- ¿No es de todos? ¿No es la esencia de la Marca España? ¿No tiene una economía que la sostenga? ¿No somos más del 3% del PIB? Pues se nos está desintegrando el tejido cultural. Señores y señoras, niños y niñas, todos y todas: Vayan al teatro, al cine y a las salas porque son seguros. Señores que nos gobiernan, los que hacemos la cultura en directo cada día, aportamos placer, diversión, sentido de la estética y pensamiento crítico. Necesitamos una cosa muy simple: que se nos escuche, que se nos tenga en cuenta».
Esta reivindicación tuvo eco en las palabras de Amaya de Miguel, directora general del Inaem, al recibir el premio al mejor espectáculo musical, que obtuvo la producción de la Zarzuela «Doña Francisquita»: «El premio es estar aquí con vosotros. La cultura es segura, y la vuelta a los teatros es fundamental para artistas y público».
La de la cultura segura y los aforos llenos fue la principal reivindicación de una gala con ciertos tonos naïf y números musicales desiguales. De la entrega de los premios se encargaron actores y actrices malagueños como Silvia Espigado, Juanma Lara, Fran Perea, Pablo Puyol, María Barranco, Mariola Fuentes y Belén Cuesta. Son galardones en los que, en los últimos años, no hay un montaje que pueda considerarse ganador ni que acapare muchos premios. El que más «manzanitas» se llevó, tres, fue «Play», un trabajo de la compañía Aracaladanza, especializada en danza para público familiar. Aunque dos de los premios «gordos» se los llevó «Jauría» (mejor autoría teatral y mejor espectáculo de teatro), un montaje de Teatro Kamikaze en el que Jordi Casanovas dramatizó el juicio a «La manada».
Otros ganadores; los actores Verónica Forqué (encantadora y emocionante tanto en su intervención como en su posterior encuentro con los medios de comunicación) y Lluís Homar, los bailarines Olga Pericet, Marco Flores y Daniel Doña; la coreógrafa Sara Cano y el director Andrés Lima, vencedores en sus respectivas categorías.
Uno de los grandes protagonistas fue Nacho Duato, premiado con el Max de Honor; el coreógrafo valenciano, muy ocurrente, y que se despidió del escenario, cómo no, con unos pasos de baile, dedicó el premio a Irena Milovan, su profesora de ballet, fallecida hace tan solo un par de meses.