«Un pueblo animalizado, mezquino, inculto, movido por las pasiones»

José Carlos Plaza dirige en el Teatro María Guerrero «Divinas palabras», de Valle-Inclán, uno de los monumentos del teatro español

Una escena de «Divinas palabras» marcos G. punto
Julio Bravo

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«A Valle-Inclán habría que representarlo constantemente, y “Divinas Palabras» se tendría que hacer todos los años. Es una obra que debería estar presente en todos los escenarios y aumlas de este país». Son palabras del director José Carlos Plaza , pero que firmarían, con toda seguridad, muchos otros. Sin ir más lejos, Ernesto Caballero , que vive sus últimos días como director del Centro Dramático Nacional, y que no podía haber elegido mejor despedida que un autor al que define como «el gran pilar del teatro contemporáneo español». Hay otra circunstancia que añadir: el centenario de la publicación del texto -la obra no pudo estrenarse hasta quince años más tarde-: « Divinas palabras » vio la luz entre junio y julio de 1919 en las páginas del diario «El Sol», donde apareció en formato de folletín y bajo el epígrafe «Tragicomedia de aldea».

El Teatro Español de Madrid acogió el estreno de «Divinas palabras» el 16 de noviembre de 1933; Cipriano Rivas Cherif dirigió la función cuyo largo reparto -más de treinta, según el dramatis personae del texto- encabezaban Margarita Xirgu , Enrique Borrás y Amalia Sánchez. «El interés y la emoción -se lee en la crítica publicada en ABC- van fiados a la violencia con que desde el principio se manifiestan los afectos y las pasiones, móviles de conducta de aquellos personajes. Y resulta de ello que la emoción es de carácter intelectual; por tanto, no apropiada para espectadores que quieren obedecer a sus movimientos cordiales en la expresión de sus entusiasmos».

La versión que José Carlos Plaza trae hoy al María Guerrero -tras una gira que comenzó en mayo de este año y que continuará en 2020- está servida por once actores, que encarnan esa treintena larga de personajes: María Adánez , Javier Bermejo, Alberto Berzal , María Heredia, Chema León, Carlos Martínez-Abarca , Ana Marzoa , Diana Palazón, Luis Rallo, José Luis Santar y Consuelo Trujillo . Acompañan al director sus colaboradores habituales: Paco Leal (escenografía e iluminación), Pedro Moreno (vestuario) y Mariano Díaz (música y ambientes).

La agrupación de personajes y la eliminación de otros, sin tocar el texto, que se presenta íntegro, son, junto a la dramatización de algunas acotaciones -«no me he podido resistir a la tentación», reconoce Plaza- la única adaptación del texto en esta puesta en escena.

Mezquindad

Como un «poema de amor al ser humano; queremos a sus personajes a pesar de su mezquindad» define José Carlos Plaza «Divinas palabras». La ha dirigido en varias ocasiones; en España, en Francia y en Alemania, y fue también el director de la versión operística que se presentó en el Teatro Real en 1997. A pesar de haberla estudiado y trabajado durante tantos años, Plaza asegura que « la obra es un pozo sin fondo , y cada vez que entro en ella voy profundizando más y más: es una joya interminable».

Valle-Inclán, asegura el director madrileño, inicia una nueva estética, que desde una fuerza orgánica llega a la distorsión. «Eso es el esperpento: la distorsión desde la verdad. La estética de “Divinas palabras” está muy cercana a ellos. Lo trágico, lo dramático, lo cómico y lo grotesco se aúnan en esta tragicomedia, donde es evidente la influencia de Goya y sus Pinturas Negras, de los Disparates, de los horrores de la guerra. Y también evidente la influencia de Solana , Dalí y de toda una corriente española que llega hasta nuestros días -con Buñuel a la cabeza- en una auténtica sinfonía de colores, sonidos y sentimientos».

«“Divinas palabras”, describe, a través de un pequeño núcleo, un pueblo animalizado, mezquino, inculto, al que mueven las pasiones y no la razón; exagerado, lúdico y muy manipulable por la falta de medios que su mente tiene para un mínimo discernimiento... un espejo distorsionado de nuestra sociedad actual».

Y concluye Plaza: «Valle-Inclán nos presenta la gran charca de nuestro país y pone sobre ella el microscopio a través del que vemos moverse a esos seres; pero su genialidad es que las grandes rocas de esa charca no aparecen aunque, sin embargo, están muy presentes. Esas grandes rocas son el poder. El poder político, el poder económico, el poder religioso...»

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