«El principe y la corista» (***): La tentación duerme en palacio

Hay bastantes teatros que permanecen abiertos en verano como una estimulante opción de ocio refrigerado para quien quiera pasar un buen rato

Los protagonistas de «El principe y la corista» ABC

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

Les voy a hacer una confidencia: aunque parezca que por estas fechas la actualidad teatral se licúa en un blando compás de espera hasta después de las vacaciones, hay bastantes teatros que permanecen abiertos en verano como una estimulante opción de ocio refrigerado para quien quiera pasar un buen rato con este arte tan viejo como el mundo, o casi. Ejemplo elocuentemente atractivo es la comedia que se asoma al escenario del Teatro Cofidis Alcázar , «El príncipe y la corista», una pieza del británico Terence Rattigan (1911-1977) estrenada en 1953 con el título de «El príncipe durmiente» (The Sleeping Prince). Laurence Olivier , que la había protagonizado en el Phoenix Theatre londinense junto a su entonces esposa, Vivien Leigh , la llevó al cine en 1957 ya bautizada como «El príncipe y la corista» (The Prince and the Showgirl), esta vez con la rotunda Marilyn Monroe a su lado a la cabeza del reparto.

No es cuestión de comparar, aunque el recuerdo de la película culebree traviesa e inevitablemente por entre las costuras de la función, en la que debuta como directora la excelente actriz Pilar Castro . Una cosa es el cine y otra el teatro, donde Rattigan, que firmó el guión del filme, se muestra más audaz en lo que a la tensión sexual se refiere y al reflejo de las peculiares relaciones familiares en un ambiente palaciego. Y hay que decir que la comedia se desarrolla de forma fluida y agradable; así que un punto para Pilar.

El título original de la función remite a un príncipe durmiente, al menos para las cosas íntimas e importantes de la vida, que es despertado para el amor por una chica sin pedigrí aristocrático y que para más inri se mueve en dudosos ambientes del mundo del espectáculo. Es una suerte de contrapunto de la historia de aquella bella del cuento –pescado de la tradición oral por Perrault y los hermanos Grimm – a la que el beso de un príncipe logra devolver a la vida. En esta trama de intrigas cortesanas en el seno de la familia real de un improbable país de Europa oriental, es esa plebeya a priori ligera de cascos quien consigue que se imponga la sensatez en un emotivo acto final de desinterés y sacrificio. El eficaz reparto mantiene un buen nivel: Javivi Gil Valle añade al personaje del Gran Duque Regente de Carpatia un plus de humanidad con respecto al circunspecto noble encarnado por Olivier, y cumplen notablemente Lluvia Rojo como la corista, Marta Fernández-Muro en el papel de reina madre y Brays Efe en el de futuro rey; Bruno Lastra compone un estupendo diplomático atribulado.

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