Perdón para Oscar Wilde
«Tarde o temprano -escribió Oscar Wilde- todos tendremos que pagar por lo que hacemos, pero nadie debe ser juzgado por su pasado». El autor británico, paladín de lo «políticamente incorrecto», pedía perdón de alguna manera, con «Un marido ideal» (estrenada a principios de 1895), a la sociedad que detestaba por su conducta «incorrecta o poco apropiada» según los cánones de la época. De poco le habría de servir, porque poco después del estreno de la obra Wilde sería arrestado acusado de «grave indecencia», cuando mayor era su éxito como dramaturgo.
«Un marido ideal» obtuvo en su momento un extraordinario éxito popular. En ella destiló Oscar Wilde su ironía, su finura y su excepcional ingenio. En ella mezcla crítica política y social, humor e incluso filosofía, como señaló Bernard Shaw, un gran defensor de la obra.
La versión de Eduardo Galán, que dirige Juan Carlos Pérez de la Fuente, reduce a cinco los quince personajes del texto original, y condensa con acierto la peripecia central, la del político en ascenso víctima de chantaje por una errónea decisión tomada en el pasado. Traslada también la acción a la Gran Bretaña de los años setenta del siglo XX, aunque el perfume de los tiempos de Wilde permanezca inalterable en la puesta en escena elegante e inteligente de Pérez de la Fuente. Y hace de la corrupción política (siempre actual) y la honorabilidad (las claves de la función.
Pérez de la Fuente ha elegido un código en el que no tiene cabida el naturalismo, y donde el sentido del humor se concentra en el personaje de Arthur Goring -que encarna un muy acertado Dani Muriel, muy «Wilde» y convertido en muchos momentos en el principal sostén del montaje junto con la magnífica Candela Serrat-. La suya es una puesta en escena sencilla pero coloreada con multitud de detalles, algunos destinados a darle dinamismo a la función y otros que buscan redondear las personalidades de cada personaje.