CRÍTICA DE TEATRO
«Oleanna»: lo viejo y lo nuevo
Fernando Guillén Cuervo y Natalia Sánchez interpretan la obra de David Mamet, bajo la dirección de Luis Luque
Esta obra inquietante, estrenada en 1992 y que mantiene su perturbadora contundencia, habla de lo nocivo de la incomunicación y los estragos de lo políticamente correcto, pero también, al verla hoy, advierto que trata de la confrontación entre lo viejo y lo nuevo, entre el antiguo orden patriarcal que representa John, el profesor guay, envanecido de su carisma y su carrera en ascenso, que presume de estar a la contra del sistema del que se alimenta, y el nuevo campo de juego de la corrección intransigente al que lo lleva la alumna Carol, para quien son incomprensibles las clases del catedrático in pectore, bajo cuya predispuesta tolerancia solo halla pavoneo, autoindulgencia y una conducta abusiva, amenazadora y procaz, según los implacables postulados feministas grupales en los que ella se ampara.
«Oleanna» (****)
Autor: David Mamet. Versión: Juan V. Martínez Luciano. Dirección: Luis Luque. Escenografía: Monica Boromello. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Vestuario: Almudena Rodríguez Huerta. Música: Mariano Marín. Intérpretes: Fernando Guillén Cuervo y Natalia Sánchez. Teatro Bellas Artes. Madrid.
Una mano en un hombro puede ser, depende de cómo se cuente, un gesto de apoyo y comprensión o un acto de acoso. En su medida y tensa puesta en escena, Luis Luque acentúa a mi juicio este último aspecto en una hipnótica esgrima dialéctica a la que ponen carne y pasión los dos estupendos intérpretes, un Fernando Guillén Cuervo que transita de forma soberbia de la campechanía a la perplejidad de la derrota y Natalia Sánchez , formidable como la joven de apariencia inofensiva que trueca su fragilidad en voracidad de escualo.
Noticias relacionadas