«No queremos caer en la pornografía emocional»

Eva Rufo interpreta en La Abadía el monólogo «Penal de Ocaña», dirigido por Ana Zamora

Eva Rufo en «Penal de Ocaña» Teatro de La Abadía

JULIO BRAVO

María Josefa Canellada era estudiante de Filosofía y Letras en Madrid cuando estalló la Guerra Civil. Entonces dejó los estudios y se ofreció como voluntaria para ayudar a las víctimas del conflicto en el hospital de Izquierda Republicana y, más tarde, en el hospital de sangre que se había instalado en la antigua sede del Penal de Ocaña . Vertió aquella experiencia en la novela «Penal de Ocaña», finalista en 1954 del premio Gijón, y base del monólogo que, dirigido por Ana Zamora -nieta de María Josefa Canellada-, se presenta en el teatro de La Abadía dentro de las celebraciones del XV aniversario de la compañía Nao d’Amores .

«El libro fue publicado con cortes obligados por la censura -cuenta Eva Rufo , intérprete del monólogo-; y no pudo publicarla completa hasta los años ochenta. Ana Zamora descubrió un día un cuadernito con los diarios de María Josefa, que son la novela íntegra... Y con los diarios una serie de documentos que son históricos y que me han ayudado a componer el personaje».

Hay en este monólogo , por lo tanto, un fuerte componente sentimental: «Pero en lo que más me insistió Ana en el montaje -sigue la actriz- fue en no caer en la pornografía emocional , en no convertir mi actuación en un ejercicio de lágrima constante, que además distanciaría al público. Nosotros contamos algo suficientemente conmovedor , por lo que no es necesario subrayar».

Eva Rufo cumple uno de sus dos grandes sueños al subirse al escenario -el otro era trabajar con la Compañia Nacional de Teatro Clásico , con la que estuvo seis años-. Lo hace con una obra que es, reconoce, el trabajo más difícil que ha hecho: «He tenido que trabajar a la inversa, porque el personaje ya existía y me he convertido en un canal a través del cual pasan sus palabras; y además porque me daba miedo estar sola en escena». «Penal de Ocaña», concluye, «es un alegato contra la guerra», en la que María Josefa Canellada «siente momentos de rabia por no entender determinados comportamientos del ser humano, y con un mensaje claro: la necesidad, más allá de ideologías, de comprometerse con el ser humano y de seguir adelante; es una obra completamente vital».

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