«No me olvides», desventuras de un flamenco en Rusia

Alfonso Lara ha adaptado para la escena la novela de Chaves Nogales «El maestro Juan Martínez que estaba allí»

Alfonso Lara y Pepa Rus, en un momento de la obra ABC
Julio Bravo

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En París, en los años treinta del pasado siglo, el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales conoció a Juan Martínez . Era un bailaor burgalés que sobrevivía en los cafés de la capìtal francesa después de haber triunfado en los escenarios europeos y haber sobrevivido a la Revolución rusa de 1917. Chaves Nogales convirtió la historia de aquel bailaor en una novela, « El maestro Juan Martínez que estaba allí ». Sobre ella, Alfonso Lara ha creado la dramaturgia y ha dirigido una función que define como «una comedia mágica, tierna y cruel, divertida y profunda, como la vida misma»; rescatar la historia de Juan y Sole es también, para el actor y director, una manera de sacudir la memoria del público; de ahí el título de «No me olvides». El reparto lo encabeza el propio Alfonso Lara junto a Pepa Rus , y lo completan Eva Boucherite, Rosa Fernández Cruz, Piñaki Gómez, Micaela Quesada, Pepe Lorente (que se alterna con Juan Carlos Árraez ) y Pablo Rivero Madriñán . La escenografía es de Óscar Camín , la iluminación de Felipe Ramos y el vestuario de Lupe Valera .

Así define en la novela Chaves Nogales a su protagonista: «Martínez es flamenco, de Burgos, bailarín. Tiene cuarenta y tres años, una nariz desvergonzadamente judía , unos ojos grandes y negros de jaca jerezana, una frente atormentada de flamenco, un pelo requetepeinado de madera charolada, unos huesos que encajan mal , porque, indudablemente, son de muy distintas procedencias -arios, semitas, mongoles-, y un pellejo duro y curtido como el cordobán».

La función cuenta la historia de Juan Martínez y Sole, dos bailaores de flamenco que, en 1914, son contratados para bailar en Turquía . De allí, y tratando de escapar de la recién comenzada Primera Guerra Mundial, recorren cabarets de media Europa, hasta que en 1917 llegan a Rusia, donde, ilusamente, creen que se librarán de los problemas que el conflicto armado les va a causar. Pero allí « se ven atrapados por la Revolución de Octubre -cuentan los responsables del montaje- y asistirán, de primera mano, a la muerte del Zar y los acontecimientos que han marcado la Historia para siempre».

Como Paulino y Carmela en «¡Ay, Carmela!», los dos bailaores se ven envueltos «en revoluciones que no son las suyas ; irán de un lado para otro, cargados solo con su arte y el deseo de sobrevivir. Disfrazados de burgueses -dice Lara-, judíos o bolcheviques, trabajando para unos y otros por un mendrugo de pan, dos artistas, dos personas, pelean por vivir su propia y pequeña historia ante el monstruo que les engulle, afrontando la tragedia y el desastre sin abandonar nunca la única y ejemplar bandera del humor».

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