Nacido en las entrañas

Una imagen de 'Ya no seremos' ABC
Julio Bravo

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La necesidad de contar es (o debe ser) el principal motor para un creador. Y está claro que ha sido el que ha motivado a Ángel Rojas a crear 'Ya no seremos', un espectáculo estrenado antes de la pandemia y que, con los meses de obligado parón, ha madurado extraordinariamente desde entonces.

El propio creador explica que este es un espectáculo nacido de las entrañas. Una frase manida, pero que en trabajos como éste adquiere todo el sentido. En 'Ya no seremos' hay algo intangible pero magnético entre los pasos de los bailarines y las notas de los músicos. Hay alma, no siempre presente, aunque debería, en los escenarios.

Dice Ángel Rojas que 'Ya no seremos' es un renacimiento como director y coreógrafo. Y se advierte en la libertad con que está creado; es un espectáculo que navega entre el flamenco y la danza contemporánea, que es deudor de muchos trabajos anteriores sin ser copia de ninguno. Que no tiene complejos. No cuenta una historia pero sí expresa anhelos, sentimientos, alivio, consuelo; es un desahogo y también un grito rebelde.

Ocupa la escena un mamotreto (dicho sea sin ánimo peyorativo sino simplemente descripitvo), una suerte de ídolo o imagen religiosa que es al tiempo imán u objeto de adoración; en ocasiones es más estorbo que ayuda, porque condiciona el espacio en el que se pueden mover los bailarines y quiebra el equilibrio en escena.

Es una pega mínima ante un espectáculo brillante también en lo formal, con unos bailarines tremendamente versátiles y muy comprometidos con su coreógrafo -lo mismo que los músicos y las cantaoras-, que les exige especialmente. Brillan en su paso a dos los magníficos Yoel Vargas y Blanca Lorente. Y en lo coreográfico, hay momentos de una gran creatividad, especialmente los que preceden al reposado final.

Les arropan unas luces espectaculares (las firma el propio Rojas junto a Ángel Rojas y Álvaro Estrada) y una afilada música (del siempre magnífico Luis Miguel Cobo la electrónica, de Juan Campallo la flamenca) que, junto a la citada escenografía de Santiago de la Quintana y el sobrio pero bello vestuario de Marisa Maggi y María Calderón, terminan de redondear la espléndida factura del espectáculo.

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