La música de las ruinas

Una imagen de 'El libro de Sicilia' Luz Soria
Diego Doncel

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Decía Beatriz Sarlo, al tratar la obra de Juan José Saer, que hay escritores cuya mirada sobre el mundo es esencialmente poética. Es la misma mirada de Marguerite Duras, de Koltés o de Müller. Algo que va más allá de los géneros y que significa una posición ante el lenguaje y las características de la realidad que este expresa. 'El libro de Sicilia' se construye, por supuesto, desde ahí, y quiere ir, por eso, más allá del teatro meramente documental sumergiéndonos, en pensamiento, cuerpo y palabra, en una visión contemporánea del infierno. Guiados por el actor y productor teatral Nicolò Stabile, como una especie de Virgilio, asistimos a un camino, a una vía de terror, de memoria, de fiesta y tal vez de purificación.

Todo gira en torno a un lugar real de muertos: Gibellina, en la isla de Sicilia, donde quedaron sepultados cientos de personas después del terremoto de 1968 y donde los supervivientes iniciaron una migración, un éxodo para construir una nueva ciudad en medio de aquel desierto. Partiendo de vidas reales, Fidalgo crea una estructura dramática de tres voces sumamente eficaz para hablar de pérdidas, de ausencias, de márgenes y de intentos personales de reconstrucción interior. Los tres actores pisan un suelo de cemento que simboliza las planchas de hormigón del 'Creto di Alberto Burri' con el que el artista sepultó los escombros, pero pisan realmente los escombros de sus propias vidas y de una experiencia histórica llena de insatisfacciones.

Hay por ello un nivel puramente existencial y un nivel profundamente político. Y se habla tanto de una pérdida vital como en de una pérdida, de una entropía social, del desorden del sistema. Las voces en off de los dos jóvenes que relatan su asistencia a una rave, abre ese mundo de gestos en una obra donde el lenguaje corporal es una migración en busca del otro, donde la fiesta, la música es una estrategia de encuentro, de celebración sobre una tierra llena de cadáveres.

Pablo Fidalgo ha escrito una obra ciertamente interesante, potente y profunda. Una obra sin concesiones en la que lo testimonial, lo histórico dan cuenta de los márgenes, de las periferias olvidadas. La desnudez del escenario, la sencillez del texto, la introducción documental del vídeo hacen que la fuerza de las palabras lleguen al espectador en todas las dimensiones de la tragedia y también en toda esa andadura hacia la reconstrucción. Nicolò Stabile dirá al final que 'El libro de Sicilia' es el libro de los incansables, es decir, el texto de una búsqueda sin término. Todo el espectáculo establece esa rara belleza de contar las cosas de otra forma, de conseguir que el territorio del Valle del Belice se convierta en un símbolo, en un relato donde el mundo es interrogado. Incluso nuestras relaciones amorosas, nuestra capacidad para amar y para generar esperanza.

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