Muere el dramaturgo Josep Maria Benet i Jornet
Gran renovador del teatro en catalán, fue también uno de los motores de la ficción televisiva
Podría decirse que Josep Maria Benet i Jornet (1940-2020) ha muerto dos veces. En 2015, cuando el Alzheimer comenzó a arrasarle la memoria. Cinco años después, a causa del coronavirus. Su obra podría condensarse en los versos de Raimon: «Yo vengo de un silencio antiguo y muy largo…». Nacido en el popular barrio de Sant Antoni, entre el Raval -antiguo Barrio Chino- y el Paralelo, Benet i Jornet pertenecía, de nuevo Raimon, a las llamadas «clases subalternas».
Aquesta matinada ha mort el meu pare, Josep Maria Benet i Jornet, 79 anys, de COVID19. Ara vola lliure. @diariARA @naciodigital @LaVanguardiaCAT @elperiodico_cat @VilaWeb @elsmatins
— Carlota Benet (@BenetCarlota) April 6, 2020
En aquel barrio de trabajadores, el mismo barrio de Terenci Moix, Manuel Vázquez Montalbán, Maruja Torres y Robert Saladrigas, el joven Papitu -diminutivo que le puso el historiador Joan-Lluís Marfany-, conjugaba tebeos y seriales radiofónicos de Sautier Casaseca con el bachillerato en los Escolapios y luego, la Filosofía en la cercana universidad. En la escuela de arte dramático Adrià Gual conocerá a la generación que, años después, renovaría la escena catalana: Ricard Salvat, Fabià Puigserver, Josep Montanyès… «Siempre fui un estudiante mediocre y ellos ejercieron de mis maestros intelectuales. Nunca he entendido que me aceptaran como amigo», recordaba.
Su teatro era más deudor del Buero de «Historia de una escalera», del Arthur Miller de «Panorama desde el puente» que del experimentalismo. Los ambientes de balcones con ropa tendida y umbríos tragaluces envuelven su primer texto, «Una vieja, conocida olor» (Premio Josep Maria de Sagarra de 1963) al que siguieron, en esa misma temática, «Berenàveu a les fosques» (1971), «Cuando la radio hablaba de Franco» (1979) “Olors” (2000) o «Dos mujeres que bailan» (2011).
Esa apuesta por el realismo social le granjeó malas críticas cuando estrenó en 1971 «Berenàveu a les fosques»; Benet respondió sus antagonistas con «La desaparición de Wendy» (1973), historia «teatro sobre el teatro» tañida por el mito de Peter Pan.
Esa preocupación por preservar la memoria, siempre preterida, de las clases subalternas, se hizo más insistente cuando los bulldozers «esponjaron» el Raval barcelonés y la Barcelona renacida con los Juegos del 92 devino en parque temático para los turistas.
En la obra «Olors» la protagonista malvive aislada en un inmueble a punto de derribo después de que los vecinos «de toda la vida» abandonaron aquel Barrio Chino que es ahora Rawal paquistaní. El personaje de Rosa Maria Sardà -«sin un rincón para guardar la memoria»- podría ser un trasunto de un autor que en el libro colectivo «Anolecrab» subrayaba su desconexión con la Barcelona postolímpica.
Reconocido en los escenarios españoles desde «Motín de brujas», Benet i Jornet se volcó en los noventa en la escritura de telenovelas para TV3 y TVE: «Poble Nou», «Nissaga de poder», «El cor de la ciutat» (nueve años en emisión), «Ventdelpà», «Amar en tiempos revueltos» (2005-2012) y «Amar es para siempre» (todavía en antena). Pese a los éxitos televisivos, nunca los valoró en la misma dimensión que su obra teatral: «Es un trabajo maravilloso, que me ha dado satisfacciones más grandes que el teatro y también reconocimiento y dinero… Pero siempre he sentido que trabajaba por encargo», decía.
Galardonado con el Nacional de Literatura Dramática en 1995, nunca abandonó los escenarios: algunas de sus obras, como «E.R» y «Testament» fueron adaptadas al cine por Ventura Pons.
Poco antes de que se le diagnosticara la enfermedad de alzheimer el dramaturgo parecía presagiar la inminente pérdida de los recuerdos en paralelo a la desaparición de amigos de infancia y adolescencia como Terenci Moix y Vázquez Montalbán (fallecidos ambos en 2003).
No es casual que bautizara sus memorias como «Material de derribo» (2010) y conjugara la autocrítica -el éxito de sus seriales televisivos había minimizado su obra dramática- con alguna puya al gremio teatral: «Ser duro con uno mismo es lo normal. La gente de mi profesión habla, la mayoría de las veces de que hace cosas fantásticas. Alguna vez es verdad, pero muchas otras, mentira. Hay pocos grandes escritores».
En 2011, Benet i Jornet volvía a la «vieja y conocida olor» de la memoria con la pieza «Dos mujeres que bailan» que protagonizó Anna Lizaran. La protagonista volvía a ser un trasunto de aquel Papitu que coleccionaba “aventis” en los encantes del mercado de Sant Antoni: la anciana sabe que el último ejemplar de la colección de tebeos que la mantiene unida a la memoria marca también la hora de su final.
La ceremonia de los adioses de Benet i Jornet comenzó aquel 16 de junio de 2015, cuando la profesión teatral le tributó un homenaje por sus 75 años poco antes de que el alzheimer arrasara sus recuerdos.
Nos queda su teatro.