Magia y secretos tras el telón de «El Médico»

Nos colamos entre bambalinas antes de que el premiado musical se despida de Madrid en enero para viajar a Barcelona

Vea el reportaje haciendo clic en el play Vídeo: David Conde | Locución: Andrea Carrasco

Andrea Carrasco , Diego Moreno Bermejo y David Conde

No puede haber agonistas en el «backstage», ni antes, ni durante el musical de «El Médico» . En aproximadamente dos horas todas las piezas tienen que estar colocadas para que, al levantar el telón, la maquinaria funcione a la perfección. La cantidad de elementos que entran en escena es colosal y hay que revisarlos todos antes de la función. Más de un centenar de trabajadores que, entre otras cosas, se afanan en localizar el medio millar de objetos de utilería, probar el sonido de los 150 altavoces, comprobar la iluminación o se cercioran de que no hay fallos en los micrófonos.

ABC llega al Teatro Nuevo Apolo de Madrid a las seis de la tarde. Quedan dos horas para que empiece la función. Gran parte del público todavía está en su casa. Los más impacientes se han acercado a la plaza de Tirso de Molina para tomar algo antes de la obra, ajenos a lo que ocurre en el interior donde todos están entregados al trabajo. El regidor Juan Carlos Lucas nos recibe en el patio de butacas mientras los operadores de iluminación cambian uno de los focos que alumbran el escenario frente a la cuarta pared. Ha comenzado la pasada técnica diaria, un trabajo que el público no ve pero sin el que no podrían disfrutar del espectáculo que viene después.

«Dos horas o dos horas y media antes viene todo el equipo y van haciendo los movimientos de escenografía que tienen lugar durante la función pero sin ser a tiempo real», explica. Columnatas que brotan del techo y forman el palacio del Sha , estructuras de madera trenzada para acoger la academia de medicina de Avicena o una duna de 3.500 kilos que va descendiendo en varios tiempos y nos traslada al desierto. En «El Médico» hay más de 40 cambios de escenografía a vista de público para contar el viaje de Rob J. Cole . «Necesitamos mucha agilidad y mucha variedad de movimiento porque la historia empieza en el siglo XI en un Londres oscuro y se recorre el desierto hasta llegar a Isfahán donde todo es luz», añade Lucas.

Hay momentos en los que un telón se baja y mientras los espectadores ven lo que ocurre delante «detrás está trabajando todo el equipo técnico de suelo, utilería e incluso luces» para transformar una vez más el escenario. Es otro de los golpes de efecto con los que se «engaña» al público. Como lo es el anillo giratorio que ocupa buena parte de las tablas. Tres círculos concéntricos que se mueven en distintas direcciones y velocidades para aportar más ritmo a las escenas.

Atravesamos una puerta secreta, que se mimetiza a la perfección con las paredes de la sala, y nos adentramos en un sorprendente caos organizado. Los pasillos del «backstage» se van haciendo más angostos a medida que pasa el tiempo. Actores, maquilladores, peluqueros o técnicos van de un lado a otro con su trayectoria medida para no entorpecerse el paso entre ellos. Cantos desordenados atraviesan puertas cerradas, son los artistas que están calentando la voz. Esta tarde actúan Ana San Martín como Mary Cullen y Daniel Diges como Rob J. Cole .

«Antes de una función es importante calentar, no solo la voz, también el cuerpo», nos cuenta la soprano. Junto a ella está Diges. Derrochan una complicidad que luego trasladan al escenario. Aunque el directo siempre puede traer problemas. «Como llevo tantos collares y cruces, de repente se me enganchan y tengo que salir del lío. Hasta que lo consigo tengo que improvisar», confiesa el tenor.

Pero antes de saltar al escenario a los intérpretes les quedan todavía unas paradas. En un pequeño recibidor del «backstage», frente a unas escaleras, el equipo de sonido dispone sobre una mesa todos los aparatos que se van a utilizar a lo largo del espectáculo. Los técnicos, dirigidos por Josu Pineda , ya han empezado a poner los más de 30 micrófonos de los artistas. Van colocados en la cabeza, camuflados con las pelucas. «Los actores principales llevan dos por si hay algún problema, ya que no podemos entrar a escena. Así tenemos asegurado el sonido, o por lo menos contamos con mayor seguridad de cara al espectáculo». Habitualmente está todo bajo control, pero de vez en cuando pueden surgir contratiempos como un día en el que una frecuencia de TDT se coló en el musical poco antes de empezar. «A diez minutos de la función tuvimos que resintonizar los micros con frecuencias nuevas. Lo pasamos un poco mal pero salimos. Ese es nuestro trabajo».

«En primera»

Mientras los actores calientan y se preparan, en peluquería, Anabel Ramiro y su ayudante se encargan de peinar las más de 20 pelucas que se van a utilizar en la función, un trabajo que les lleva alrededor de una hora y media. Son todas de pelo natural y se usan cada tarde, por eso hay que cuidarlas para que se conserven como el primer día. Quedan menos de 60 minutos para que empiece la obra. «Es cuando nosotros decimos que estamos en primera y ya nos ponemos a colocar las pelucas, tanto al elenco como a los protagonistas».

Faltan cuarenta y cinco minutos para que se apaguen las luces del patio de butacas. El público comienza a entrar en la sala y los acomodadores les ayudan a encontrar sus asientos. Muchos consultan el panel en el que se informa de los actores que estarán hoy en escena. Otros compran palomitas, bebidas o una chocolatina. La entrada es buena porque «El Médico» se marcha de Madrid el próximo 12 de enero para viajar a Barcelona y quienes no han visto este premiado musical aprovechan estos días navideños para hacerlo.

Melodías desacompasadas llegan desde el foso de la orquesta. Una veintena de músicos, que tocan más de treinta instrumentos guiados por el director, ya están ensayando. El público escucha pero no ve. A no ser que se gire y eche un vistazo a las pequeñas pantallas en las que a lo largo de la obra los actores también podrán ver al director. Sobre el foso, en el escenario, las niñas calientan tras el telón. Una de ellas es la protagonista que encarna al personaje de Rob en su juventud. Sí, un chico. Y es que el timbre de voz femenino a esas edades ayuda a caracterizar al personaje que interpretan. También se tiene en consideración a los más pequeños, actores en constante rotación para no perder días de colegio.

A quince minutos del inicio, seguimos entre bambalinas. Juan Carlos, el regidor, comienza a ponerse nervioso pero nuestro cámara, David, sigue grabando porque no quiere perder detalle. Y pasan los minutos hasta que, al faltar cinco y estando sobre el escenario, nos conduce hacia la puerta secreta que comunica con «el mundo real», el de los espectadores. Ya estamos preparados para probar la «panacea universal» .

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