Lorca como poeta y como símbolo
![Juan Diego Botto, en el monólogo](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2021/07/08/BottoLorca-U66243768742GAh-1248x698@abc.jpg)
'Una noche sin luna' es un espectáculo emocionante, ingenioso y deslumbrante, que conquista y entusiasma cada noche al público que llena, dentro de lo posible hoy en día, el Teatro Español; se ha convertido ya en un acontecimiento, en lo que los anglosajones llaman un 'must', una pieza que hay que ver. La idea de Juan Diego Botto de traer a Federico García Lorca a nuestros días, de hacer que sus palabras y su vida resuene en el espectador de hoy y en el contexto actual social y político la ha convertido Sergio Peris-Mencheta -con la ayuda de sus colaboradores, especialmente el imaginativo Curt Allen Vilmer con su sencillamente intrincada escenografía- en un hermosísimo juguete teatral, con momentos de una arrebatadora belleza, y trufado de momentos turbadores.
Ideológicamente, el espectáculo es exactamente lo que cabe esperar de Botto, que dice (por boca, teóricamente, del propio poeta) que el mejor homenaje que se le puede rendir a Lorca es leerlo, pero al mismo tiempo lo destaca más como símbolo que como el inconmensurable escritor que es. Y no me parece un detalle menor que la función se presente en un teatro municipal que depende de un ayuntamiento regido por el Partido Popular. Las cosas han cambiado mucho desde 1936, aunque algunos pretendan hacernos creer que no.
Pero eso es otra historia. Como función teatral, insisto, 'Una noche sin luna' es una delicia. Tiene humor, ritmo, poesía, sensibilidad, imaginación. Desde el desconcertante arranque del espectáculo actor y director agarran al espectador; no solo eso, sino que le ponen de su parte y con un ocurrente trampantojo le convierten en cómplice. A partir de entonces el viaje se hace con viento favorable.
El timonel, Juan Diego Botto, lleva a cabo la que posiblemente sea la mejor interpretación de su carrera, llenando de matices a su personaje, desde su sutil amaneramiento hasta la franqueza de su sonrisa, pasando por la dulce amargura de su expresión cuando afloran determinados recuerdos. Sabe Botto también, aunque de manera un tanto tramposa, reírse de sí mismo y de algunos de los tópicos que se vierten sobre la profesión -subvencionados, guerracivilistas...-.
La identidad, la memoria, la libertad, la dignidad... Son los conceptos generales que forman la columna vertebral de este conmovedor monólogo (y que son los que han interesado siempre al autos), que no sería extraño que viéramos de nuevo en cartel en Madrid la temporada que viene.