Lisette Oropesa: «La ópera es respirar juntos, y eso nunca se consigue por internet»

La soprano hispanoestadounidense canta las últimas funciones de «La traviata» en el Teatro Real

Lisette Oropesa Guillermo Navarro

Julio Bravo

Quien guarde a La Castafiore , la insufrible cantante de las aventuras de Tintín, en su imaginario como el modelo de soprano, se sorprenderá al ver a Lisette Oropesa (Nueva Orléans, 1983), la soprano que cierra estos días las funciones de «La traviata» con las que el Teatro Real ha querido dar el primer paso hacia la tan cacareada «nueva normalidad» (y que concluyen el próximo miércoles 29). Y es que Lisette Oropesa, que ilumina su sonrisa cuando comenta que es desde hace unos meses ciudadana española –sus orígenes son cubanos–, se aleja del estetereotipo por juventud, naturalidad y desenvoltura. Hace dos temporadas obtuvo un éxito extraordinario en el coliseo madrileño con «Lucia di Lammermoor», y ahora lo ha refrendado con su encarnación de Violetta Valéry, uno de los más exigentes papeles de la literatura operística.

Es inevitable comenzar estos días cualquier entrevista preguntando por las sensaciones y la actitud del entrevistado durante esta pandemia. Lisette Oropesa ha centrado su actividad en ofrecer clases de canto online. «También de actuación, de técnica vocal, de repertorio; he contado con distintos expertos. Estoy súpercontenta».

—¿Y usted cree que este sistema de clases online se va a quedar?

—De alguna manera, sí. Pero hay que volver a las clases normales; no se puede enseñar el canto así. Hay que poder tocar, mostrar. Y por internet no se puede ver el tamaño de la voz, si están empujando o no, si tienen vicios adquiridos... hay que estar presente.

—¿Cómo está la situación de la ópera y de los teatros en EE.UU.?

—Está todo cerrado. Orquestas, teatros. El Gobierno no nos ha ayudado mucho, y los teatros han cancelado sus funciones y no han pagado nada a los artistas; ni para el apartamento que tuvieras alquilado donde fueras a cantar. En Europa algunos países, como Alemania, sí ha ayudado a los artistas que habían perdido el trabajo.

—¿Qué sintió cuando le ofrecieron cantar esta «Traviata»?

—Alegría, evidentemente, pero mezclada con ansiedad, incertidumbre... Habla además una mujer que se muere de una enfermedad contagiosa... Nos llega ahora de otra manera. Todos lo estamos sintiendo de uno u otro modo. Yo he perdido dos amigos por coronavirus, y conozco a varias personas que han enfermado. Me explicaron que el montaje iría precisamente de la distancia, de la necesidad de mantenerse alejados para no contagiarse. Cuando llegué hace unos días a Madrid asistí a una función con Ruth Iniesta y otra con Marina Rebeca, y cuando vi al coro entrando con sus mascarillas durante el preludio me puse a llorar. Era algo muy profundo, da igual que estés en el escenario o en el patio de butacas: te toca. Yo echo de menos que los artistas podamos juntarnos;cuando estás haciendo música hay que oír, hay que sentir, hay que respirar juntos. Eso nunca se logrará hacer por internet, por muy buenos ingenieros que haya. Falta esa respiración conjunta, ese hacer música y emocionarnos juntos.

—¿Y qué sintió al subirse al escenario el primer día?

—Me fijé en que no podía mirar bien a mis compañeros, por la disposición de la escena, dividida en cuadrículas. Y para mirar a Alfredo tenía que girar todo el cuerpo. No podía mantener la relación, la conexión;ni con él ni con el resto de personajes. Hay que acostumbrarse a estas circunstancias, y esperemos volver a la normalidad cuanto antes.

—Pero fue emocionante.

—Mucho. La Orquesta del Real es, además, fabulosa, y me ayudan mucho a sentir mejor al personaje y la música. Todos los que participamos ponemos toda nuestra energía para lograr lo mejor.

—Esa falta de interacción entre los cantantes, ¿requiere de ustedes una mayor concentración?

—¡SÍ! Normalmente, al sentirse cerca de los demas hace las cosas de un modo más sutil, con mayor sensibilidad. Mirar, escuchar y reflejar. Con este espacio hay que hacer las cosas más grandes, y hacer los movimientos con un sentido;no me gusta moverme por moverme, trato de buscar menos movimientos pero que sean más poderosos para que lleguen al público.

—Todo eso con una partitura que de fácil no tiene ni la efe...

—Es verdad. No puedes perder la concentración ni un solo segundo. El arco del personaje es muy amplio. Y has de cuidar cómo la cantas. El aria del último acto, «Addio del passato», está escrito en «pianísimo»; si durante la ópera has empujado y has gritado mucho cuesta más trabajo llegar a ese «fil di voce» que pide Verdi. He buscado mi manera de cantarlo, y he llegado a la conclusión que lo más importante es que se sienta el sufrimiento de Violetta en la voz. No se puede escuchar una voz saludable, llena, porque hay que mostrar que está sufriendo, lo que no significa hacerse daño: no puedes cantar sin el apoyo, sin el aliento, ni fuera de tono. Hay que buscar el equilibrio entre el canto y la actuación.

—¿Le ha hecho especial ilusión volver del confinamiento con «La traviata»?

—Estaba cantando esta ópera en el MET cuando se cerró, iba a venir a hacerla a Madrid en mayo... La tenía muy reciente, incluso mentalmente. Es un personaje que me encanta. Cuando estudiaba con Renata Scotto, me ofrecieron cantarla y le pregunté si no era muy pronto (tenía treinta años). Me dijo que para qué. Traviata, me dijo, es un papel para una persona que interpreta. La han cantado desde las sopranos más ligeras hasta las más dramáticas. Si tiene las notas, lo puede cantar cualquiera. Y si esperas mucho a hacerlo se pierde la fragilidad del personaje;Violetta muere muy joven, con veintitantos. Si lo hace una soprano mayor, la cantará muy bien, pero le faltará la juventud del personaje, esa desesperación por morirse tan pronto. Yotro personaje, Giorgio Germont, el padre, lo debe cantar un barítono con experiencia, que con su voz le otorgue la autoridad que tiene ese personaje.

—¿Cuándo volverá al escenario después de esta «Traviata»?

—En agosto participo en un concierto en la Arena de Verona junto a otros artistas y tengo un proyecto para grabar un disco también en agosto. Y en septiembre voy a la Ópera de Viena para cantar «El rapto en el Serrallo». Por fortuna, en países como Austria o Alemania las cosas están volviendo a la normalidad. Que es lo único que yo quiero. Volver a estar todos juntos.

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