Crítica de teatro: «40 años de paz» (****)

Junto a la piscina vacía

Un momento de la obra hoyesarte.com

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

Los cuarenta años del título son las cuatro décadas transcurridas desde la muerte del general Franco hasta hoy , un periodo de transformaciones profundas que pesan en el plural de las historias individuales que configuran la Historia. Cuarenta años que contienen una palpitante urdimbre de vidas en la que se miden los signos de una época. Para auscultar el pulso de ese bloque cronológico, Pablo Remón se centra en las cuatro vidas de los componentes de una familia que toman el sol junto a la piscina vacía y deteriorada de un caserón arañado por el tiempo, que se alza en la meseta castellana. Un grupo y un escenario que pueden ser interpretados en clave simbólica, aunque no estoy seguro de que esa sea la intención del autor.

Un general franquista murió ahogado en esa piscina, beodo y exultante, durante la noche del 23-F, antes de saber que el golpe de Estado había fracasado. Su viuda y sus hijos descansan adormecidos bajo el sol treinta y cuatro años después en el jardín abandonado de la que fue casa familiar, junto a la gran piscina invadida por las raíces y el cieno. Al hijo mediano (Emilio Tomé), poeta y homosexual, le despierta la voz del padre que se le aparece de uniforme y henchido de campechanía castrense. Un diálogo formidable con el fantasma que se materializa en las obsesiones del hijo y que da pie a que se desarrollen las demás historias: la del primogénito (Francisco Reyes), abogado especialista en fusión de empresas que mantiene una relación extraconyugal con la socia junior del bufete; la de la menor de los hijos (Ana Alonso), una actriz en horas bajas empeñada en tener un hijo con el hombre que la ha abandonado; la de la madre (Fernanda Orazi) que ve en el fisioterapeuta que la atiende la imagen de su marido; la del poeta ocupado en construir una caseta para un perro inexistente… Pizcas de vidas en movimiento como piezas colocadas en la perspectiva de un rompecabezas continuamente en transformación.

Remón hace que cada uno sea protagonista de su propia historia y luego intervenga como «secundario» en las de los demás y las narre y acote en distintos espacios y tiempos. La obra transcurre animada por ese motor de estipe borgiana, tal como el autor indica en el programa de mano de la función al recordar una frase del escritor argentino: «Narramos mientras somos narrados». Una estructura ágil y atractiva, muy bien dialogada, que se despliega junto al enorme hueco de la piscina devastada, un ojo vacío y oscuro, arrasado por años de inclemencias, mudo testigo de cómo se devana el ovillo de cada existencia. Sobre el sugerente espacio escénico, estimulando la imaginación de los espectadores con escasos elementos, la acción fluye con apasionada naturalidad de historia en historia mientras se va tejiendo ese tapiz que narra y nos narra, dibujado con primor por los cuatro estupendos actores que son a la vez uno y varios personajes.

Autor y director: Pablo Remón. Escenografía y vestuario: Caja Negra TAM. Iluminación y espacio sonoro: David Benito y Eduardo Vizuete. Intérpretes: Ana Alonso, Fernanda Orazi, Francisco Reyes y Emilio Tomé. Teatros del Canal . XXXIII Festival de Otoño a Primavera. Madrid.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación