«Juana», mujeres con el destino escrito
El coreógrafo Chevi Muraday estrena su nuevo trabajo, que protagoniza Aitana Sánchez-Gijón
Una papisa del sigo IX, una campesina que lidera al Ejército francés en la guerra de los cien años, una Reina despojada de su corona y encerrada por una supuesta enfermedad mental, una religiosa escritora del siglo de Oro español, una sindicalista comunista y feminista en la España del siglo XX... Son mujeres a las que une un nombre: Juana. La Papisa Juana, Juana de Arco, la Reina Juana la loca, Sor Juana Inés de la Cruz y Juana Doña . A todas ellas las ha reunido Chevi Muraday en su nuevo trabajo, en el que comparte escenario con Aitana Sánchez-Gijón -además de con otros tres intérpretes: Alberto Velasco, Maximiliano Stanford y Carlos Beluga-. «Han sido casi dos años de trabajo con Aitana -cuenta Muraday-; como ella dice en el espectáculo, ha sido un viaje “largo, doloroso pero vivido”». «Había que buscar puntos en común, inquietudes compartidas... Nos intercambiamos libros, charlamos, trabajamos para encontrar un lenguaje común.
La Mari-Gaila de «Divinas Palabras» estuvo en las primeras conversaciones entre la actriz y el coreógrafo -«algún día haré algo sobre este personaje», asegura Muraday-, pero después se fue decantando hasta este «Juana». «Me gusta mucho leer -explica el coreógrafo-, y siempre me ha inquietado, al leer biografías de mujeres y libros sobre ella, que muchas de ellas parece que tienen el destino ya escrito . Sus vidas son historias apasionantes que han ayudado a construir a la mujer contemporánea, que han sido peldaños que nos han llevado hasta la mujer actual, que han derribado barreras... Pero que han sido mutiladas en todos los sentidos, desde intelectual hasta físicamente, que tenían sobre sus hombros un yugo. Que estaban predestinadas, y al nacer ya estaban crucificadas».
Juana habla de esas mujeres y de su legado, «especialmente en lo que se refiere a sus formas de vivir más allá de lo que se les tenía predestinado por su género y época. Una huella imborrable sobre la que las sucesivas generaciones de mujeres y hombres caminamos dejando, de la misma manera, nuevos vestigios de nuestros pasos en cada lugar, en cada época».
Chevi Muraday, un coreógrafo que lleva más de veinte años al frente de su compañía, Losdedae, ha contado para «Juana» con un destacado equipo creativo: la dramaturgia es de Juan Carlos Rubio (con el que ya trabajó en «Sensible»), autor también junto a Maria Seresesky y Clarice Lispector de los textos originales; estos se unen a fragmentos de George Bernard Shaw, Alcuino de York, del Antiguo y el Nuevo Testamento, Emmanuel Royidis, Fiedrich Schiller, William Shakespeare y Sor Juana Inés de la Cruz. Completan el equipo artístico Curt Allen Wilmer (escenografía), Mariano Marín (música) y Nicolás Fischtel (iluminación).
«No sé si es danza o teatro, si es danza-teatro o teatro-danza. No lo sé porque no me lo planteo -explica Muraday-. Este espectáculo, como todo mi trabajo, nace de mi necesidad de contar, y para ello trabajo con la palabra o con el movimiento . Ésta es la pieza en la que más he utilizado el texto, pero siempre ha estado presente en mis espectáculos. Nace de una manera orgánica, muy natural. Al principio era producto, seguramente, de la osadía de la juventud, pero con el tiempo se ha ido convirtiendo en una necesidad. Pero me gusta sentirme con la libertad para trabajar con distintas herramientas y distintos lenguajes, como he hecho siempre. Somos artistas complementarios, que nos nutrimos los unos a los otros, que tenemos la misma necesidad vital de expresarnos y de contar historias. Y de jugar; yo siempre planteo mis espectáculos desde el juego».
«Hay un tiempo humano y un tiempo salvaje», se cuenta en la sinopsis del espectáculo. «Atravesando los bosques de la memoria encontramos a una mujer, a muchas mujeres, unidas por un mismo nombre, que se preguntan incesantemente si hay un destino femenino en la Tierra. Como eco de su propio eco, en un viaje no cronológico pero sí vivido, la Papisa Juana viste ropajes masculinos y da a luz en medio de una multitud enloquecida que alberga sueños de lapidación; Juana de Arco triunfa en el campo de batalla y sufre el interrogatorio del inquisidor que planea quemarla en la hoguera; Juana la Loca hunde sus manos en el inerte corazón de Felipe el Hermoso; Sor Juana Inés de la Cruz desea en clave poética a la virreina y Juana Doña visita el paredón en el que su marido es fusilado mientras pronuncia sus últimas palabras de amor. Los vestigios de un legado que retumba una y otra vez en los, a menudo, sordos oídos del presente».