Juan Rana, el actor que se reía hasta de su sombra, sometido a juicio

Ron Lalá presenta en la temporada de la Compañía Nacional de Teatro Clásico un espectáculo titulado «Andanzas y entremeses de Juan Rana»

Miguel Bustamante y Fran García, en un momento de la obra David Ruiz
Julio Bravo

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«Se le acusa de risa deshonesta, blasfemia, desacato, irreverencia, provocación, espíritu crítico, herejía y contumacia en el pecado nefando». Quien se somete a estas acusaciones es Juan Rana , nombre del personaje asociado a Cosme Pérez , un actor de nuestro Siglo de Oro -uno de los cómicos más celebrados y populares-, para quien escribieron autores como Calderón de la Barca . Lo ha sentado en el banquillo de la Santa Inquisición Ron Lalá , que ha convertido al contrahecho actor en el protagonista de su nuevo montaje, realizado en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico: « Andanzas y entremeses de Juan Rana ». La dirección es de Yayo Cáceres , la dramaturgia de Álvaro Tato , y los intérpretes son Juan Cañas, Daniel Rovalher, Miguel Magdalena, Íñigo Echevarría y Fran García.

En el montaje se enhebran, dentro de ese proceso inquisitorial -escrito en verso clásico, cuenta Tato-, varios entremeses: «Las dos Juan Ranas», «El toreador» y «El triunfo de Juan Rana», de Pedro Calderón de la Barca -este último lo estrenó el actor tan solo un mes antes de morir, y que supone, dice el dramaturgo, «la exhumación de una maravilla»-; «Los galeotes», de Jerónimo de Cáncer ; «El retrato vivo», de Agustín Moreto ; y el entremés anónimo «El infierno».

Dice Yayo Cáceres que la intención de Ron Lalá no ha sido únicamente rescatar y recrear en escena estos entremeses y rendir homenaje a uno de los grandes actores de nuestra historia. «Tambíen queremos preguntarnos sobre la risa -asegura el director de escena-. Preguntarnos y preguntar qué sucedería si no pudiéramos reírnos de nosotros y de las cosas de la vida que nos pesan. Sobre la corrección política y esta especie de ofensa social que flota en el aire en estos tiempos que corren. Juan Rana es enjuiciado y a través de él son enjuiciados el humor y la risa. ¿Cuál será el veredicto? ¿Seremos capaces como sociedad de no perder la capacidad de reírnos? ¿Dónde está el límite del humor y de la risa ? ¿Existe el humor en sí o solo existe a través del cerebro que descifra una situación?»

Y es que, añade Cáceres, es muy posible que Monty Python o Gila no hubieran pasado hoy en día el filtro de lo políticamente correcto.

La elección de Juan Rana no es gratuita. El actor, un hombre contrahecho, « se reía hasta de su sombra y de todos los estamentos», asegura Álvaro Tato, que añade que estaba protegido por los Austrias y tenía sitio en la mesa del Rey Felipe IV. Y añade Cáceres que «marcó toda una época. Se rio para poder ser libre, para poder soportar una vida que no tiene final feliz». Completa Tato: «fue encarcelado por sodomía en 1636, y lejos de retractarse, durante todo el año siguiente a su puesta en libertad multiplicó sus referencias y bromas públicas al respecto, como atestiguan entremeses como « Juan Rana mujer » o « El parto de Juan Rana », en tiempos en que lo que se jugaba era la hoguera».

El montaje, con el sello «ronlalero», lo definen sus responsables y quiere, concluye Miguel Bustamante , «devolver el Siglo de Oro a su origen popular».

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