CRÍTICA DE TEATRO
«Iván y los perros»: vida perra
Nacho Sánchez interpreta el monólogo de Hattie Naylor dirigido por Víctor Sánchez Rodríguez
![Nacho Sánchez, en un momento de la obra](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2017/06/09/Ivan-perros-kcvH--1240x698@abc.jpg)
La historia que se narra en « Iván y los perros » tiene tal singularidad, fuerza y dramatismo que cualquier aproximación artística palidece inevitablemente en la comparación. Iván Mishukov tenía cuatro años cuando en 1996 decidió escapar de un hogar –por llamarlo de algún modo– donde su padrastro dipsómano lo maltrataba y su madre lo desatendía; durante dos años sobrevivió en las feroces calles de un Moscú postsoviético acribillado por la crisis, dominado por las mafias y en el que se cifra en treinta mil el número de niños que llegaron a vivir a la intemperie. Iván lo logró amparado en la solidaridad animal de una manada de perros asilvestrados con los que compartía la comida que podían conseguir y en los que encontró el refugio y el afecto que los humanos le negaban. Tras varios intentos, frustrados por sus amigos caninos, la policía lo detuvo y trasladó a un orfanato; estudió luego en una institución militar y hoy, al parecer, es soldado.
«Iván y los perros» (****)
Autora: Hattie Naylor. Versión. Juanvi Martínez Luciano y Víctor Sánchez Rodríguez. Dirección: Víctor Sánchez Rodríguez. Espacio escénico y vestuario: Mireia Vila Soriano. Iluminación: Luis Perdiguero. Música y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo. Intérprete: Nacho Sánchez. Teatro Español. Madrid.
La escritora británica Hattie Naylor construyó con estos emocionantes mimbres un guión radiofónico para la BBC que fue la semilla de un posterior montaje teatral. Ese origen de texto concebido para la radio está presente en la intensa narratividad de una propuesta escénica en la que el protagonista nos cuenta aquellos sucesos desde un presente difuso, transfigurándose en el niño salvaje que fue en un pasado descrito con pinceladas oscurísimas pero en el que también es patente el latido primordial de lo mítico. El recorte de periódico con la foto de Svetlana, una miss Rusia luego asesinada , que atesora Iván es un ascua que concentra la idea de la madre idealizada en sueños y, en la realidad hostil de las calles, es Belka, la jefa de la jauría, quien materializa ese papel. Iván, que huye de otros niños vagabundos e inclementes que esnifan pegamento, es un Mowgli urbano feliz entre los perros; se resiste a regresar con los humanos hasta que es apresado y termina reconociendo la solidaridad esencial de la manada que añora en la mirada de un perro doméstico, llegando a asumir la naturaleza canina de su propia alma.
Víctor Sánchez Rodríguez , que ya había demostrado su buen pulso para la dirección en la formidable pieza de Lucía Carballal «Los temporales», orquesta ahora una puesta en escena nerviosa y magnética al servicio de esa historia que la vehemencia expresiva y la potencia vulnerada que transmite el actor Nacho Sánchez mantienen en tensión de principio a fin de una función en la que el resto de los humanos, que siempre habla en off, se expresa en ruso. La iluminación inquietante de Luis Perdiguero , el envolvente espacio sonoro y la música de Luis Miguel Cobo , y la crudeza poética de la escenografía de Mireia Vila Soriano completan un montaje que se sigue con el ánimo en vilo.