'Infamia', el relato en primera persona del secuestro de una periodista

José Martret dirige esta adaptación de un libro de la mexicana Lydia Cacho, con Marta Nieto y Marina Salas alternándose en el papel

Marta Nieto, en 'Infamia' José Alberto Puertas
Julio Bravo

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«Es viernes 16 de diciembre, llueve. Las calles de Cancún son espejos de agua y el clima está templado. Son las 11,45 de la mañana y es mi primer día de trabajo después de recuperarme de una bronquitis». Así comienza, en ' Infamia ', el relato de la protagonista. Más tarde contará cómo es secuestrada por tres hombres, cómo la llevan a un calabozo y, tras un largo trayecto en coche, en el que es amenazada y torturada, a otro lugar; una cárcel; cómo allí le obligan a desnudarse y siguen las amenazas y la tortura psicológica hasta que es liberada.

No es un relato ficticio. Quien lo cuenta es Lydia Cacho , una periodista mexicana que fue detenida acusada de difamación y calumnias, después de denunciar en su libro 'Los demonios del edén' la existencia de una red de pederastia. Relató su experiencia en ' Memorias de una infamia ', un libro que hace un tiempo leyó José Martret . «Yo acababa de conocer a Lydia -cuenta el director teatral-, y ya me enamoró su personalidad. Pero cuando leí 'Memorias de una infamia' fue para mí un shock, y sentí que esta historia tenía que llevarse a escena».

El resultado es 'Infamia', la función que se acaba de estrenar en las Naves del Español, en Matadero , con Marta Nieto y Marina Salas alternándose como la protagonista. Martret empezó en septiembre de 2019 a escribir y a pergeñar la propuesta escénica. «Tenía claro que era un mónologo y quería unir dos lenguajes, el teatral y el cinematográfico. Al leer el libro me habían venido imágenes de ambos mundos, Quería investigar en esa creación híbrida, y a Lydia Cacho le gustó la idea».

'Infamia' se desarrolla en dos líneas, cuenta Martret -creador de una de las propuestas más fecundas de la escena madrileña reciente: La casa de la portera y La pensión de las pulgas-. «Una, el secuestro, que se cuenta en presente, y otra, más documental, en la que se cuenta quién es Lydia Cacho y cuál es su trabajo; las dos se unen al final y se acaba entendiendo por qué está sucediendo todo lo que sucede».

La narración de esta historia, dice el director, necesita de ese doble lenguaje. «Acercamos además al público al primer plano; es una función, también, que exige mucha verdad y mucha emoción, y hay muchas sutilezas psicológicas que la cámara capta, y como espectador puedes hacer tu propio 'montaje'». De este modo se crea también una cierta distancia: «si lo que está pasando en el escenario es algo muy doloroso, la gente se va a la pantalla para alejarse de esta angustia. Es un cierto alivio».

Marta Nieto y Marina Salas interpretan a Lydia Cacho y cuentan su historia, pero Martret no ha querido buscar ningún parecido físico ni ha jugado con el acento. «Desde el principio -dice el director- Lydia tenía muy claro que estaba contando una historia universal , que ella tiene amigas periodistas en Colombia, en Afganistán, en Siria, en Filipinas... que han vivido cosas muy parecidas a lo que vivió ella».

Hay en escena una segunda mujer, además de la actriz que interpreta el monólogo. «Es una operadora de cámara; yo quería que fuera una mujer la que nos dé los planos cinematográficos, que hubiera un punto de vista femenino en ellos. Se crea además una sinergia muy interesante, las actrices se sienten muy acompañadas por Alicia Aguirre , nuestra operadora. En el escenario se genera una sororidad que es muy grata de ver». Todos sus movimientos, añade Martret, están dirigidos y coreografiados al milímetro. «Ella ha estado desde el principio del proceso, y todos sus movimientos están perfectamente trabajados». Lo importante es transmitir la verdad que están expresando las dos actrices. « Cada una ha creado su propia Lydia Cacho para llegar al mismo lugar», dice el director. Han contado con la ayuda de la propia periodista, que ha acompañado a las actrices durante los ensayos. «Ha sido fantástico contar con ella. Nos ha contado su vivencia y más cosas que no podíamos ni imaginarnos», concluye.

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