Imanol Arias: «Ser actor es un pasaje a la aventura, y yo ya solo quiero aventuras»
El intérprete llega al teatro Infanta Isabel de Madrid con «El coronel no tiene quien le escriba», de García Márquez, dirigido por Carlos Saura
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Después de veinticuatro años lejos de los escenarios, Imanol Arias parece querer recuperar el tiempo perdido. Ya no siente las ataduras de ese fagocitador personaje que es Antonio Alcántara: «Todo se acaba y todo renace», dice, insinuando el final de su aventura en «Cuéntame» y su deseo de abrazar con más fuerza a su primer amor, el teatro. Hace poco menos de un año estrenaba «La vida a palos», una adaptación teatral de un texto de Pedro Atienza, y casi sin tiempo para quitarse el polvo de los zapatos de la gira de esta obra, ya se ha embarcado en otro proyecto: «El coronel no tiene quién lo escriba» , versión escénica de la emblemática novela de Gabriel García Márquez. Lo hace de la mano de otra figura poco habitual en las tablas: Carlos Saura. El próximo miércoles recala en el teatro Infanta Isabel de Madrid; Cristina de Inza, Jorge Basanta, Fran Calvo y Marta Molina acompañan a Imanol Arias.
Parece que ha cogido carrerilla en el teatro...
Ja, ja, ja... Sí, es como los segundos matrimonios... En realidad ha sido algo sorpresivo. Tengo la sensación de que en esto del teatro me queda mucho por aprender, y es una suerte llegar a mi edad en este estado. Me queda también mucho por hacer después de tantos años de no estar en escena...
¿Se arrepiente de haber dejado pasar tanto tiempo sin hacer teatro?
No controlamos nuestra vida. Cuando empecé en el teatro tuve en un año tres protagonistas en el Centro Dramático Nacional, y me retiré un año a estudiar, porque el teatro era siempre una parte del trabajo que se integraba en la vida, en mi crecimiento. Y después me tocó lo que me tocó. Hasta «Cuéntame» mi carrera no era tan anómala, pero a partir de «Cuéntame» fue todo muy diferente.
¿Había trabajado alguna vez con Carlos Saura?
No. Tuvimos un par de encuentros. Me propuso hacer «Los zancos», pero yo me tenía que marchar fuera y propuse a Antonio Banderas, que fue quien lo hizo al final. Y Carlos y yo teníamos pendiente hacer la película sobre Picasso y el «Guernica».
«Sustituir a Juan Diego es algo que trasciende muchas cosas: es mi maestro, empecé con él, las tres primeras veces que hablé en un escenario fue con él... Juan fue quien una noche en Eibar, en casa de mis padres, y ante una botella de Johnny Walker, me dijo: "vente para Madrid"»
Y se reencuentra ahora con él en el teatro.
Carlos dirige en el teatro como tengo la impresión que dirige sus películas musicales: con una limpieza de concepto y una simpleza muy especiales. Este trabajo lo tenía además ya hecho, porque se estrenó hace unos meses con Juan Diego como protagonista.
¿Y cómo es la experiencia de incorporarse a un proyecto ya rodado?
Por lo que respecta a mí no es distinta de si ese proyecto lo hubiera empezado yo. La razón por la que haces la sustitución es la que marca de alguna manera el cambio. En este caso yo tengo que sustituir a un actor que me importa y que ha sido muy importante en mi vida, y para mí cobra un cariz especial; o a lo mejor soy yo, que tengo tendencia al tremendismo. Sustituir a Juan Diego es algo que trasciende muchas cosas: es mi maestro, empecé con él, las tres primeras veces que hablé en un escenario fue con él... Juan fue quien una noche en Eibar, en casa de mis padres, y ante una botella de Johnny Walker, me dijo: «vente para Madrid». Para mí «El coronel no tiene quien lo escriba» cierra un ciclo. Sustituir a alguien así merece hacerlo con todo el cariño, el respeto y el reconocimiento.
Además, debe de ser difícil decir que no a García Márquez y a un personaje como el Coronel.
La versión de Natalio Grueso, como la novela, tiene algo de pureza, de estricto teatro de la palabra. El montaje es también muy simple, sin apenas transiciones, con una marcada intención de destacar la palabra. Y eso anima mucho a trascender el hecho de actuar con el concepto moderno; te lleva casi a soñar la actuación. García Márquez quería que la novela se adaptara al teatro; en ella se habla de la violencia en Colombia como de una violencia intrínseca; la violencia del enfrentamiento, del dolor. Pero García Márquez, quizás por estar en París cuando la escribió, habla de la violencia de vivir en los Estados violentos; no es una violencia física, sino la espera, la injusticia, la ignominia, el estado de sitio, el no avanzar. Y eso es muy teatral.
«García Márquez habla en "El coronel no tiene quien le escriba" de la violencia de vivir en los Estados violentos; no es una violencia física, sino la espera, la injusticia, la ignominia, el estado de sitio, el no avanzar.
¿Qué le enamora más del personaje del coronel, qué le mueve?
García Márquez amaba mucho este personaje. En París las estaba pasando canutas, y en la novela apela mucho a la dignidad... ¡El coronel le quedó tan digno! Tiene un sentido de la correspondencia con la vida, del dolor por los posibles errores. Ese amor que tiene García Márquez por el coronel está basado en su dignidad. Se rebela porque tiene edad para rebelarse. Y a su edad su actitud no tiene que ver con la rendición ni con la cobardía, sino con la dignidad de la aceptación. Y eso es muy hermoso en este personaje, que te exige reflexionar sobre los estados que tienes en la vida, sobre lo que representas para los demás...
A estas alturas de su carrera, ¿qué busca? ¿Personajes que le enriquezcan personalmente o simplemente sentirse bien en el escenario o en un plató?
Las nuevas generaciones buscan ocupar los nuevos lugares de creación. Los de mi generación somos más de trabajo, y yo lo que busco simplemente son aventuras que me llenen huecos que yo no tengo, que me enseñen cosas que no sé hacer del todo, con la esperanza de, como ha pasado siempre, no hacer las cosas de taquito, como se dice en Argentina, sino vivir las experiencias con pasión. Un amigo mío dice que yo gusto por castigo, y que mi obligación es buscarme cosas que me hagan trabajar. Ser actor es un pasaje a la aventura. Y una vez tienes las herramientas, que lo insertas en tu vida, eso hace que te levantes todas las mañanas con la ilusión de un nuevo proyecto. El teatro es orfebrería, es mágico, No lo sabemos explicar muy bien, pero tiene que ver con el día a día. Dejas una parte hecha, llegas al día siguiente y la arcilla de lo que has hecho el día anterior está un poco derretida y tienes que volver a darle forma. ¡Es estupendo!
«Alguna vez, las circunstancias que han permanecido invariables estos diecisiete últimos años tendrán que cambiar. Todo se acaba y todo renace. Y veo el teatro más presente en mi vida»
¿Y se ha dejado envenenar? ¿Tiene ya más proyectos teatrales, tiene prevista su próxima aventura?
Alguna vez, las circunstancias que han permanecido invariables estos diecisiete últimos años tendrán que cambiar. Todo se acaba y todo renace. Y veo el teatro más presente en mi vida y empiezo a pensar en alguna cosa. Nunca he sido un actor «promotor», pero quizás haya llegado la hora de serlo. Y si no promotor, sí que proponga algo. Hay autores que siempre me han acompañado, y ahora estoy dándole vueltas a «La caída», de Albert Camus, que es un texto que puede llevarse al teatro... Pero son ideas muy incipientes. Con el teatro viajas tanto que uno vuelve a leer y se abstrae mucho de la realidad. Es curioso; parece que la realidad no interesa tanto como encontrar otras herramientas que la expliquen.
Habrá vuelto a leer otra vez «El coronel no tiene quien le escriba»...
Sí, es una novela que llevo siempre conmigo. Tiene una grandeza enorme, es muy pura... La literatura te lleva casi a un estado de drogadicción. El maestro Fernando Fernán-Gómez, al que recurrimos siempre porque siempre era una fuente de sabiduría, decía que el teatro tenía eso, que había que hacerlo todos los días y además cubría todas las expectativas del actor. Lo demás, decía, son fuegos de artificio que van y vienen, pero el teatro te da para comer, para educar un poco a tus hijos, para tener tu casita de alquiler... Y para ir en taxi después de cenar, que los actores somos así. Y, si no has cometido errores estúpidos, ese contacto con la dificultad diaria que te da el teatro es muy hermoso. Uno piensa en el público y agradece que sienta la misma necesidad que tú.