El humor de lo cotidiano

En ' El viento es salvaje ', Fedra y Medea se pasean por los espejos deformantes del arte humorístico de la bahía de Cádiz, por ese ingenio y esa gracia que tienen las coplas y las rimas jocosas cuando, con el fondo de la tragedia clásica, nacen de ese espíritu del barrio de la Viña, el barrio del Carnaval. Su costumbrismo es puro disparate, pero hay algo más: unas situaciones sacadas de la chistera del absurdo y unas heroínas que se visten el traje de lo cotidiano para hacer una caricatura de la sociedad y de las relaciones humanas. Con ese arte de enhebrar el chiste y la deriva cómica, la inventiva, la imaginación y la irreverencia, 'El viento es salvaje' habla de la amistad y de la pasión capaz de traicionar la amistad, y retrata el destino de dos mujeres unidas y sacrificadas por el destino.
El humor, decía Peter Ustinov, es simplemente la manera divertida de ser serios; por eso, debajo del humor hay aquí, en estos seres de vida real que hacen Formación Profesional y montan gestorías, una gran carga de precariedad sentimental, es decir, mucha necesidad de amor. Vero y Mariola llevan al límite esa sola alma que habita en dos cuerpos, como debe ser la amistad según decían los clásicos, pero también llevan al límite la locura de la traición cuando el sexo, como el levante, sopla dentro y arrasa con todo.
'El viento es salvaje' es un gran homenaje de amor al teatro, a ese teatro popular que nace del folklore, de las calles, de las plazas, del chismorreo de las vecinas, que son como el coro de la tragedia, pero también del teatro y de la poesía que el pueblo ya tiene interiorizados como suyo, aunque sean de San Juan De la Cruz o de Calderón.
La viveza de su lenguaje y el ingenio de sus diálogos, su trama perfectamente sostenida hacen de esta obra una delicia, con esa envergadura que tienen las grandes obras de los llamados géneros menores. Convertir una tragedia en un sainete no está al alcance de cualquiera. Sus escasos elementos escenográficos hacen levantar todo un mundo que pone patas arriba, como ha hecho siempre el espíritu carnavalesco, aquello que somos. No es extraño su éxito, el entusiasmo con el que el público la sigue. Con esta obra ha nacido una nueva voz, un nuevo tono del teatro popular, y no hay que perdérsela.